septiembre 20, 2010

Iluminación

        Sólo se escuchaban los grillos en la penetrante oscuridad; en la carretera, de cuando en cuando, un vehículo a toda marcha, cuyas luces sólo se veían por segundos. Se supone que estaba durmiendo, pero a estas alturas de su vida no sabía si soñaba cuando dormía o si la realidad no era más que una ensoñación. Hace tiempo que había dejado de hacer reflexiones.

        Quería simplificar su vida al máximo, no se permitía siquiera multitud de pensamientos; de tanta austeridad consigo mismo ya ni parecía un hombre, se había convertido en un vagabundo, su ropa se reducía a harapos colgantes, su cabello lucía rígido y opaco, grasiento como sus manos y, a decir verdad, todo su cuerpo. Su rostro estaba casi cubierto por una espesa barba; parecía haberse echado al abandono, pero en realidad se dio a la tarea de hallarse a sí mismo.

        Muchos creían que se encontraba viajando y en cierta forma estaban en lo cierto. Decidió alejarse de la vida mundana y experimentar, cruzar el horizonte, conocer otros mundos, tan cercanos y lejanos al mismo tiempo.

        Acostado como se encontraba sobre el césped, era un espectáculo magnífico. Su suciedad contrastaba con el limpio verdor del follaje. Estaba conforme, aunque se daba cuenta de los sacrificios que cometía voluntariamente; se contentaba con pasar los días vagando, durmiendo a la intemperie, cavilando sobre el mundo, pero no mucho, podrían aglomerarse los pensamientos y él no quería eso.

        Abrió los ojos, más que por un verdadero deseo de despertar, debido al reflejo insoportable de la luz solar en los párpados. Un bostezo, un estirón y luego…

        - ¡Qué claro está ya el día! ¿En qué momento amaneció, cuántas horas habré dormido?

        Al fin y al cabo, estaba allí para eso, huyó de su vida con el firme propósito de dedicarse a hacer nada, entonces, ¿de qué podría quejarse?

        Pero el ser humano siempre consigue un motivo para las quejas y él no era la excepción, si lo fuese no habría dormido en la hierba y despertado bajo el ardiente sol, si lo fuese nunca se habría ido de la comodidad del hogar; no, él no era la excepción, él sólo era otro loco, como muchos que andan por ahí, un loco igual a todos y diferente a todos, por el solo hecho de ser él mismo, independientemente de lo que sucediera con el resto del mundo, fuera de toda rutina impuesta.

        A pesar de todo, aunque no supiera a ciencia cierta qué o quién era ni por qué, tenía sentido pleno de su esencia, aunque en ocasiones su conciencia se turbara o se perdiera, aunque estuviera consciente de ser inconsciente o viceversa, tenía un conocimiento superior de su esencia. Sabía que debía encontrar una parte de sí que abandonó por mucho tiempo.

        - Bien, aquí, perdido en mi universo, solo, COMPLETAMENTE SOLO… ¿qué estoy haciendo?

        Nadie podría habérselo dicho, ésa era una respuesta que debía encontrar en su interior, sin duda sería más fácil decir que estaba perdiendo el tiempo, o el sentido, o ambas cosas, pero no siempre el camino más fácil es el mejor.

        Estaba emprendiendo el camino más arduo que ha de recorrer todo ser humano que se detiene a preguntarse qué es la vida.

        Éste era un día diferente. El aire caliente entraba por su nariz y le hacía respirar con dificultad.

        - Si me diera un baño, quizás si me diera un baño para librarme del sudor y del aturdimiento de este calor desesperante…

        Se encaminó al riachuelo que encontró a su paso el día anterior; se acercó a la orilla, se despojó de los harapos que lo medio cubrían y se sumergió de un chapuzón, salpicando agua por doquier, jugando por un niño, dejándose llevar por el tenue impulso del torrente, acariciado por la corriente, sintiendo cómo recuperaba la alegría en todo su cuerpo, en toda su alma. Y por primera vez en mucho tiempo, supo lo que significaba ser feliz.

        Ahuecó sus manos, las llenó de agua, se las llevó con cuidado hacia la boca, pero cuando acercaba los labios para beber de ellas vio su rostro reflejado, se observó cada detalle, cada rasgo, cada gesto. El agua se fue escurriendo poco a poco hasta dejar las manos sin reflejos y el rostro lleno de reflexiones. Entonces la luz se hizo en su nublada mente.


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