mayo 30, 2008

DENTINEX PLUS




Gerardo tomó un periódico del día anterior que se encontraba sobre el montón de revistas matatiempo apiladas invariablemente en la mesa central de la sala de espera en el consultorio de su odontólogo.

La asistente del dentista lo observaba de reojo mientras revolvía desordenadamente una gaveta en su escritorio, era rechoncha y desagradable, con anteojos puntiagudos, ropa descoordinada y cabello mal teñido. Pasados unos minutos, la mujer cerró la gaveta, revisó su cartera, guardó varios papeles en un sobre de manila, murmuró unas palabras ininteligibles y salió, dejándolo solo en la habitación; sería el último paciente del día, así que la regordeta podía irse y aprovechar para hacer unas diligencias personales, el doctor ya sabía.

Apenas se cerró la puerta detrás de ella, Gerardo sintió que su estómago se revolvía hasta convertirse en un puño apretado. El sonido del taladro lo tenía nervioso; ese chirrido le producía un intenso ardor en las encías, comenzaba como una leve comezón a la altura de las mandíbulas, casi desde las orejas, y desde allí se le trasladaba por todo el cráneo, la columna, los brazos… bajando por todo el torso para llegar e instalarse en sus tripas. Fijó la vista en el diario que tenía entre las manos y se concentró, tratando de leer los titulares. Le temblaban las manos, era difícil enfocar las letras y mantener a raya las manos convulsas al mismo tiempo.

Empezó a pasar las páginas por inercia, observando las fotografías, los anuncios publicitarios, las elásticas e inestables letras, sin poder detenerse en nada específico. Era increíble como un estúpido sonido podía tener ese terrible efecto sobre él, desmoronándolo como un castillo de arena, no, no era sólo un estúpido sonido, era la estridencia del taladro combinada con el ambiente frío, las sillas incómodas, las lecturas aburridas, las paredes insípidas y el penetrante olor de la anestesia; era simplemente irracional, incontrolable; bueno, al fin y al cabo, no conocía a la primera persona que sintiera agrado al ir al dentista, era el peor de todos los chequeos médicos, al menos hasta que le tocara examinarse la próstata.

A medida que avanzaba por las imágenes de tinte amarillista, los nervios disminuyeron su intensidad y alcanzó a leer una que otra palabra entre los surcos ondulantes: “General del ejército asesinó a su mujer e hijos con una ametralladora y luego se suicidó…”, “…sustancia altamente adictiva que provoca el sangramiento crónico de las encías al contacto con la pasta. El colorante rojo fue añadido por la compañía DENTINEX International Bussines Corporation para disimular el efecto contraproducente…”, la coincidencia entre la noticia y el ambiente le llamó la atención y enfoca más detenidamente: “Demanda millonaria contra DENTINEX International”, “… el fraude es descubierto durante la autopsia de un usuario desangrado al término de un tubo de 100cc del dentífrico…”, “… familiares del occiso esperan veredicto de la corte de apelaciones luego de que compañía logra victoria en juzgado de atención al consumidor y de esta manera evadir su responsabilidad”. “El alegato sostenido se basó en la atribución al difunto de una manía cepillo-maniaco-depreso-compulsiva, que fue lo que ocasionó su desangramiento y no la fórmula agresiva de DENTINEX PLUS GEL BLANCURA RADICAL, cuyo uso moderado y habitual no produce daños de importancia. A raíz del precedente, miles de defunciones por desangramiento súbito alrededor del mundo han sido conectadas con el uso de la pasta. Hasta el momento la OMS no ha intervenido en el asunto.…”. Gerardo sintió que una inmensa boca se abría desde la puerta tratando de engullirlo, la señal maligna sonreía desde cada rincón de esta sala de torturas donde se regodeaba un verdugo cruel y fetichista, no pudo explicar en casa a su mujer por qué volvía con los mismos dientes amarillos de tanto fumar.

El doctor rellenaba la factura del señor Moncada y revisaba de reojo la lista de espera que le proporcionó su asistente antes de marcharse cuando escuchó un ruido atronador en la sala contigua al consultorio. Al asomarse sólo alcanzó a ver la sombra de una silueta a final del pasillo. La puerta de vidrio que franqueaba la entrada se encontraba esparcida por el suelo y entre la fragmentada rotulación aún podía leerse, aunque desordenada, la inscripción del mecenas de los odontólogos "DENTINEX PLUS Gel: Blancura Radical" y un poco más allá, entre fracciones de una sonrisa perfecta y tipografía bold: eficacia insuperable.
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