septiembre 29, 2012

Muertes

"Hada Macabra" (tinta y acuarela sobre cartulina de ilustración)

En el lugar donde ahora estoy les encanta un muerto, a mí, que me considero vital, esto me parece rarísimo; porque la muerte siempre me ha pasado por un lado sin querer llevarme cuando se lo he pedido, dice que le divierte todo lo que soy capaz de inventar mientras me llega la hora. 

Una vez iba caminando por la Avenida Urdaneta y está esta mujercita insignificante bajándose de un autobús, delgada como un niña, falda negra, franela blanca de punto, un suetercito de estampado floreado sobre fondo negro, el cabello también negro, ya ciertos mechones canosos, una mujercita insignificante como una pequeña urraca, excepto porque justo en ese momento pasó un motorizado a toda mecha que la bombea contra la acera y entonces el inolvidable rictus de dolor en la cara, los ojos con unas pupilas que se dilatan hasta extremos imposibles y saberlo –que se murió-, saberlo las dos en ese encuentro de mudo canto de cisne, por qué tenía que mirarme a mí justamente, entre todas las personas que pasaban, caer a mis pies y mirarme ese instante mientras las dos vemos su muerte, desde adentro y desde afuera, un segundo antes de que la sangre empiece a bañar la calle, ser espejo del último aliento, quedar indeleble en mi memoria por un capricho del ¿azar? ¿destino?… y seguir, sin disminuir el paso, porque morbo sí que hay en todas partes y si me frenaba, llegar tarde no era una opción; pero es que no fue la primera, así otras, que no sé si vengan a colación en este momento; también aquella mujer tendida como marioneta sangrienta sobre la mesa de un café en Sabana Grande, el zapato de tacón rojo tan cliché colgando de su pierna en posición imposible… 

No sé, lo que decía, es que a mí muchas veces me ha pasado la muerte por un lado, como esquivándome, pero asegurándose de que la note, de que me dé cuenta. Un miedo me invade en lo profundo de la noche: ¿Seré yo de su estirpe? ¿Tanta mostración será una especie de entrenamiento? ¿Tendremos alma las parcas?

Volviendo a los de aquí, que en vida se dan una patada en el culo el uno al otro cada vez que pueden, familia y compadres incluidos, o quizás, sobre todo estos, que no les importa una mierda el cómo el cuándo ni el por qué, sino lo que ellos dicen y les da la soberana gana… ESOS los veo desfilar hacia los eventos fúnebres como con un cierto placer reprimido detrás de sus caras de conmiseración con el dolor ajeno como zamuros hambrientos se acercan con sus murmullos de rezos, merodean, cotillean, jartan, beben, en nombre de ese difunto al que nunca le pararon ni media pelota en vida, o al que quizás le metieron su zancadilla si tuvieron chance, no se entiende mucho, desde nuestra perspectiva, que exista una arraigada y profunda cultura funeraria, una construcción compleja y profusa de los ritos asociados a la celebración del acto mortuorio: rezo, velorio, rezo, funeral, rezo, novena, rezo, etcétera, rezo, etcétera, rezo, etcétera y al año otra vez rezo y etcétera y así. Quizás un rasgo tradicional heredado de otros tiempos. A mí, que la muerte se me ha mostrado tan vana y aleatoria, que me susurra al oído cada vez que puede, no me sale la lágrima fingida, no me gustan los banquetes de carroña.
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