diciembre 16, 2010

Los Padres de los Dioses


Asintieron con la cabeza y la diosa se levantó, desempolvando sus velos. No sabía si estaba naciendo o la habían resucitado, tenía la sensación de un recuerdo, de unas vivencias borrosas de este u otro mundo, ¿cómo saberlo? La diosa bostezó, había despertado de la nada en que yacía, suspendida en el agobio de su eternidad, condenada a esperar, pero estaba aquí, quizás otra vez, por última o primera, o tan parecidas que no se pueden diferenciar... Los profanadores de descansos eternos sonrieron satisfechos, una vez más, los rituales de iniciación fueron superados, la invocación agitaba el corazón de la tierra hasta que lo latidos agrietaron el suelo bajo sus pies, el cielo se paralizó en el crepúsculo, los pájaros siguieron salpicando alpiste y Ella quedó desnuda frente a los transeúntes. 

octubre 09, 2010

La cazadora de coincidencias o El diablo está en los detalles

"El Vuelo del Deseo" (Acuarela y Tinta, 2005)

Va a llegar tarde, como siempre, pero más. ¿A quién culpar? A nadie. Es la única responsable. A la mente que se dispersa. A los objetos que cambian solos de lugar. A los relojes que se atrasan o adelantan o detienen cuando la compañía eléctrica raciona la energía y la Tierra altera la inclinación de su eje de rotación. No hay excusas válidas. La locura. Puede ser la locura. Esas ganas de romper con todo, pero no suficientes, no todavía. Escapar. No. Porque a donde quiera que se vaya se llevan los problemas. Sólo queda afrontar. Y entonces este cansancio, este hastío. La esperanza. Fe y esperanza. Aferrarse a la luz, creer, luchar por creer, por mantener la conexión.

        Iniciando aceleración... nivel 1... nivel 2... ¿Nivel 3?... No, hoy no...

El pecho trancado, la disnea. Volverá a llegar tarde, como siempre, pero más. Tentar la suerte. Balancear el móvil para probar la resistencia de ese hilo que parece tan frágil, tan endeble... pero que no se rompe, no todavía. Continuar, pero ¿hasta dónde?... Hasta encontrar el sendero buscado.

        ¿Y si estuviera buscando en la dirección equivocada? Todo se derrumbaría.

        Permanece atenta, no sabe dónde se esconde la clave. Debe reconocer el momento, la pista; DEBE saber hacerlo. Todo depende de eso, sí señor.

        ¿Será antes o después del salto? ¿Durante? ¿Cómo saber?

Camina con prisa, deslizándose entre las formas. Las personas sólo sienten una ráfaga de viento que les pasa por un lado.


        Hoy lo vi otra vez, me saludó de lejos. ¿Idealizado? Sí, claro, como todo lo inaccesible, pero, ¿a quién le importa? Es mi problema. ¿Tratar de explicarlo? En realidad no sé si pueda, porque… ¿qué podría decir que justifique las taquicardias, las esperas eternas, los desplantes, los vapores que suben y bajan, el perdón gratuito, la gotita de hiel destilada suavemente y en silencio cuando las otras víboras se le enredan? Ah… Sí claro, puedo hablar de su sonrisa y sus ojitos infantiles, ¡tan dulces!, o de su carácter jovial… también está su cuerpo magnífico, porque la carne es débil y todo aquello, más si le sumamos su destreza complaciente… Ay, es muy difícil decirlo, porque así, desglosado, no me parece la gran cosa y si lo pienso bien, es la imagen patética del despropósito, algo que particularmente he evitado a toda costa, pero entonces por qué… se me ocurre que quizás es sólo la camaradería, ese reconocernos iguales que no nos permite permanecer en nada, en nadie…

Ojalá se me quite esta pendejada...

Pero en el fondo sabe que no puede ser. Esa mirada que la desnuda, que la intimida, que le sube el rubor al rostro porque siente el fluido deslizarse con suavidad de seda entre las paredes de su sexo, mientras esquiva el encuentro frontal con esos ojos, mientras hunde la vista en las letras sin sentido del libro abierto sobre las piernas.

        Y él tan sereno, tan circunspecto... de repente despliega su sonrisa y desaparece. ¿Será real? Quizás más nadie pueda verlo… o quizás más nadie pueda verme a mí…

De todos los pasillos posibles del laberinto, se escoge sólo uno a la vez, descartando las otras posibilidades, los otros caminos, puertas que se convierten en ventanas por donde nos asomamos a medida que se avanza, preguntándonos cómo hubiera sido... rostros que se deslizan de la mente una vez evocados, paisajes que se olvidan por ser visiones lejanas, difusas; cada elección nos circunscribe a un sector específico del Gran Plan. ¿Quién podría desentrañar la red inexpugnable de concatenaciones que lo ha traído a este momento de su vida?

        No yo, por lo menos. Trato de descifrar el peso de cada decisión. Es imposible. Inexplicable, pero me gusta referirme a ello como la “organicidad del caos”; no sé cómo llegué a ese concepto, o si me lo fusilé de alguna lectura furtiva, pero acaso sea la única manera de dar forma a lo inasible... ¿En qué estaba?

Laguna Mental.

El tiempo que toma detenerse a recoger una flor o a treparse en un árbol puede marcar la diferencia cuántica entre la vida plena y el instante letal. Cada paso es una encrucijada. En algún lugar leí que el Diablo está en los detalles. Creo que Dios También.

        Me gusta caminar sin rumbo por la ciudad, redescubrir las plazas y jardines de la infancia, encontrar ganguitas en las callejuelas del centro, abarrotadas de buhoneros, conversar con la gente en los mercados de vistoso colores y frutas perfumadas, entrar al cine sola y llorar. Es la tragedia del solitario, llenar el día antes de volver a casa con el peso del mundo sobre los hombros. Lo veo desde lejos, como una respuesta, y quiero llamarlo pero la voz se ahoga en mi garganta seca. Apuro el paso y alcanzo a tocar su espalda suavemente, sobresaltada, balbuceo unas palabras. Los pensamientos bullen en mi cabeza a la misma velocidad que los latidos de mi corazón, las piernas me tiemblan. ¿Qué será de mi vida? ¿Cuál dirección debo seguir? Voltea y me sonríe como siempre. Yo me tambaleo, ¿Cuántas probabilidades existen de que este encuentro se produzca? 100 %, o no estaríamos aquí, sin duda, sólo atino a decir, con voz fingida, aunque nadie lo note además de mí: “qué casualidad…”, pero empieza a llover y el agua me salva del bochorno, corremos divertidos entre la gente, todos tratan de salvarse, pobres, quizás sus máscaras se derriten al mojarse, pero nosotros corremos, porque somos vitales ¿o vitrales? sí, pienso que somos cristales multicolores que filtran y transforman la luz en pequeños rayos irisados…

Azar imposible. Detrás de todo trasluce una voluntad desconocida que domina mis actos. El libre albedrío consiste en sincronizar con esa voluntad. El verdadero libre albedrío es ir al encuentro del destino.

 Las señales son claras, obvias incluso, pero me cuesta aceptarlas, me niego, porque me sobrepasan, porque me abruman, porque quisiera una clave para descifrarlas, para encontrar su posición en el rompecabezas... Poder ir más allá de los paralelismos, encontrar las coordenadas para sintonizar sin distorsión...

¿Cuántas manifestaciones serán necesarias para llegar a comprender que el destino se dibuja en las coincidencias?

Sus ojos son espejos, pero pueden mirarse más adentro, se reconocen, se intuyen, mientras el Genio de Vriak recorre el espacio buscando secretos para susurrarlos al oído de la Pitonisa, que los contempla sonreída al voltear la baraja, sabiduría corroborada por la magia del Gran Thau.

        En la capilla me arrodillo. Me humillo ante ti, Señor, Altísimo, porque soy soberbia, mal instrumento de tu servicio, vana, frívola y débil; oriéntame, Señor, Creador, sostenme en la fe. Los fenómenos son para atraer estudiantes al sendero, me dijiste, los iniciados deben aprender a reconocer las manifestaciones del poder. ¿Y eso en qué me convierte?

Siente vergüenza. Sus ojos se llenan de lágrimas y baja la cabeza.

        ¿Cómo puedo pretender demostraciones?, ¿más?, ¿acaso no son suficientes? Es verdad. Pero tú no me juzgas, Amado Señor, en cambio, me consientes, me inflamas de tu pasión, me fortaleces, me llenas... y ya después todo pierde importancia, porque estás conmigo, en mí, y es también entonces cuando mis deseos se cumplen, con tu bendición y el universo se organiza ante mis ojos en su estremecedora danza, me conduce al ritmo de las esferas hacia los compañeros, los seres mágicos.

Y si permites la entrada, descubres facetas insospechadas en los rincones harto familiares, matices, y hasta las personas desprenden chispas que antes no podías ver, chispas que las iluminan y embellecen, coincidencias, sí, detalles, sí, instantes, sí, magia, sí, entrega, sí.

O quizás sólo era un día de amor en el aire… 
(2001)

septiembre 20, 2010

Iluminación

        Sólo se escuchaban los grillos en la penetrante oscuridad; en la carretera, de cuando en cuando, un vehículo a toda marcha, cuyas luces sólo se veían por segundos. Se supone que estaba durmiendo, pero a estas alturas de su vida no sabía si soñaba cuando dormía o si la realidad no era más que una ensoñación. Hace tiempo que había dejado de hacer reflexiones.

        Quería simplificar su vida al máximo, no se permitía siquiera multitud de pensamientos; de tanta austeridad consigo mismo ya ni parecía un hombre, se había convertido en un vagabundo, su ropa se reducía a harapos colgantes, su cabello lucía rígido y opaco, grasiento como sus manos y, a decir verdad, todo su cuerpo. Su rostro estaba casi cubierto por una espesa barba; parecía haberse echado al abandono, pero en realidad se dio a la tarea de hallarse a sí mismo.

        Muchos creían que se encontraba viajando y en cierta forma estaban en lo cierto. Decidió alejarse de la vida mundana y experimentar, cruzar el horizonte, conocer otros mundos, tan cercanos y lejanos al mismo tiempo.

        Acostado como se encontraba sobre el césped, era un espectáculo magnífico. Su suciedad contrastaba con el limpio verdor del follaje. Estaba conforme, aunque se daba cuenta de los sacrificios que cometía voluntariamente; se contentaba con pasar los días vagando, durmiendo a la intemperie, cavilando sobre el mundo, pero no mucho, podrían aglomerarse los pensamientos y él no quería eso.

        Abrió los ojos, más que por un verdadero deseo de despertar, debido al reflejo insoportable de la luz solar en los párpados. Un bostezo, un estirón y luego…

        - ¡Qué claro está ya el día! ¿En qué momento amaneció, cuántas horas habré dormido?

        Al fin y al cabo, estaba allí para eso, huyó de su vida con el firme propósito de dedicarse a hacer nada, entonces, ¿de qué podría quejarse?

        Pero el ser humano siempre consigue un motivo para las quejas y él no era la excepción, si lo fuese no habría dormido en la hierba y despertado bajo el ardiente sol, si lo fuese nunca se habría ido de la comodidad del hogar; no, él no era la excepción, él sólo era otro loco, como muchos que andan por ahí, un loco igual a todos y diferente a todos, por el solo hecho de ser él mismo, independientemente de lo que sucediera con el resto del mundo, fuera de toda rutina impuesta.

        A pesar de todo, aunque no supiera a ciencia cierta qué o quién era ni por qué, tenía sentido pleno de su esencia, aunque en ocasiones su conciencia se turbara o se perdiera, aunque estuviera consciente de ser inconsciente o viceversa, tenía un conocimiento superior de su esencia. Sabía que debía encontrar una parte de sí que abandonó por mucho tiempo.

        - Bien, aquí, perdido en mi universo, solo, COMPLETAMENTE SOLO… ¿qué estoy haciendo?

        Nadie podría habérselo dicho, ésa era una respuesta que debía encontrar en su interior, sin duda sería más fácil decir que estaba perdiendo el tiempo, o el sentido, o ambas cosas, pero no siempre el camino más fácil es el mejor.

        Estaba emprendiendo el camino más arduo que ha de recorrer todo ser humano que se detiene a preguntarse qué es la vida.

        Éste era un día diferente. El aire caliente entraba por su nariz y le hacía respirar con dificultad.

        - Si me diera un baño, quizás si me diera un baño para librarme del sudor y del aturdimiento de este calor desesperante…

        Se encaminó al riachuelo que encontró a su paso el día anterior; se acercó a la orilla, se despojó de los harapos que lo medio cubrían y se sumergió de un chapuzón, salpicando agua por doquier, jugando por un niño, dejándose llevar por el tenue impulso del torrente, acariciado por la corriente, sintiendo cómo recuperaba la alegría en todo su cuerpo, en toda su alma. Y por primera vez en mucho tiempo, supo lo que significaba ser feliz.

        Ahuecó sus manos, las llenó de agua, se las llevó con cuidado hacia la boca, pero cuando acercaba los labios para beber de ellas vio su rostro reflejado, se observó cada detalle, cada rasgo, cada gesto. El agua se fue escurriendo poco a poco hasta dejar las manos sin reflejos y el rostro lleno de reflexiones. Entonces la luz se hizo en su nublada mente.


septiembre 12, 2010

El Sermón


        Avelino del Sol se secó los mocos con la parte inferior del hábito, pero el padre no se dio cuenta porque estaba ocupado escanciando el vino, es decir, empinando el codo, para los que desconocen los usos y abusos de la Santa Iglesia. Avelino también escancia de vez en cuando, cuando nadie lo ve.

        Tomó unas brasas de mirra y las metió en el incensario, además tomó un puñado de hostias del paquete sin consagrar. Después del servicio irá junto a la laguna y se las comerá untadas con la jalea de higos que lleva en el otro bolsillo de sus pantalones bermudas.

        En la nave principal empezaron a sonar los bramidos del órgano, estertores resonantes que llenan la capilla con sus ecos.
        - ¡Maldita sea la madre del aparato endemoniado!
        - Hola, hace días que no te veía.
        - Jo’ es más de lo que muchos pueden decir… ¿cómo has estado chavalillo?
        - Por aquí y por allá, bien, supongo.
        - Al menos estáis vivo, que es bastante.
        - A ti no te va tan mal…
        - Bueno hijo, eso es otro cantar.
        - Nos vemos al rato, ¿vale?
        - Vale.

        Diciendo esto el ilustre Don Manuel Galende Martínez de la Hidalga se desvaneció a través de una columna y no levantó ni el polvo; costumbre que había adquirido luego de fallecer en un santo campo de batalla, allá por el año de 1.066.

        Ha empezado a llegar gente, los fanáticos siempre llegan temprano, para ocupar los primeros bancos (¡cómo si alguien les fuera a quitar el puesto!). El otro monaguillo, Rodrigo, se dilata en el campanario más de lo necesario y repica las campanas más de lo necesario también. Avelino sabe que lo hace para poder fumarse un cigarrillo, entre tan y tan le da una calada, cuando lo termine va a bajar y querrá ayudarlo enseguida con el incensario, pero sólo porque así queda ahumado de sahumerio y nadie le nota el olor a tabaco.

- Bienvenidos al Templo de la Caridad de Dios, amados hijos, hoy nos encontramos reunidos en la gracia de nuestro Señor Jesucristo para celebrar…

        La voz del Padre Gonzalo se va distorsionando en los pensamientos del acólito recostado holgazanamente de una columna próxima a la entrada. Desde la penumbra vio a todos los feligreses, los habituales, los esporádicos… y también los inapropiados.

        Entre los ocupantes de la penúltima banqueta Avelino distingue a la señora Ana Carballal, respetable matrona de las juergas nocturnas, para quien Avelino hace de mandadero por las tardes, cuando sale de la escuela. Todos le dicen Madame Annette, porque ella se las da de franchute y habla con  acento fingido delante de los visitantes, pero cuando el negocio tiene las puertas cerradas, maldice y putea cuanto se le atraviesa con más salero que cualquier zarzuela.

        - Hey Avelino, qué fauna variopinta se ha reunido hoy por aquí, eh
        - Sí Don Manuel, parece que con Lázaro resucitaron unos cuantos muertos…
        - Oye, majo, sin ofensas…
        - No, si no lo digo por usted sino por la urraca.
        - Ajá, pues para que cotilles completo, te cuento que la pajarraco no ha venido sola ni a rezar precisamente…
        - Sí, sería raro en ella, pero ¿y a qué?
        - Saber, lo que se dice saber, no sé, pero la he visto cruzando señas con el mentado Moro Fernández…
        - ¿El Moro? ¿está aquí?

        El Moro Fernández era un tipo siniestro, taciturno, sus amigos lo llamaban “el Negro Isidoro”, pero esa confianza estaba casi por completo reservada a las golfas que tomaba bajo su protección. Cuando se emborrachaba en exceso, lo cual no era poco frecuente, salía a patear perros callejeros, buscaba bronca a los transeúntes, recogía su renta en cada esquina y después a dormir la mona. Avelino pensó que la última vez que este tipo había entrado en una iglesia sería el día de su bautizo, si acaso.

- Entonces Marta replicó a Jesús: “Señor, si hubieseis estado aquí mi hermano no estaría muerto” y Jesús respondió…

        - Don Manuel, déle una vuelta por los alrededores de ese par a ver si les pesca las andadas.

        Mientras el caballero se desplazaba entre los feligreses, o más exactamente, a través, el monaguillo quedó absorto en sus propias quimeras.

- Entonces en ese momento Jesús elevó sus ojos al cielo y dijo “Padre…

        ¿Padre? No lo recordaba, quizás ni siquiera su madre era capaz de hacerlo. Un rapaz madrileño que en sus viajes de juerga se entretuvo pintándole pajaritos preñados a las pueblerinas de mirada ingenua hasta que logró revolcarlas en algún pastizal. O quizás un convicto, psicópata, que perseguido en las grandes urbes por sus crímenes variopintos escogiera la carretera a Lugo con la seguridad de hallar un pueblito insignificante, pero una vez allí se encuentra un coqueto centro turístico, con su muralla romana y demás, aparece una moza lozana, fresca, y no pudiendo resistir la tentación de la carne, la viola, la preña y huye a toda velocidad antes de que las autoridades locales lo conecten con sus fechorías mayores. O quizás, después de todo, si fue un buen hombre, de noviazgo con su madre y compromiso de boda en ciernes, que murió en la Guerra, como dice mamá y todas esas historias y recuerdos sí sean ciertos y no meros cuentos para consolar a un hijo mocoso, preguntón e impertinente.

        - Oye Avelino- dijo Don Manuel interrumpiendo las cavilaciones del muchacho, - la que se traen estos dos, que han venido a solventar un negocillo de lo más gordo…
- … gritó a viva voz “Lázaro, ven afuera” y el que era muerto…

        Avelino no podía creer su suerte mientras Don Manuel le informara los planes de las alimañas, ajustes de cuentas, el Moro birlándole una moza a la madame, asuntos de drogas, armas y estafas, un thriller a lo gringo que ni pintado para un pequeño pícaro como Avelino, que no en vano dan a parar a las iglesias… Se escurrió del púlpito durante el salmo. Estaría de regreso justo a tiempo para pasar el canasto de la limosna. Faltaba la última pascua… ¿pascua? la que él se iba a gozar dentro de una vuelta de esquina.

        Antes de girar se recostó de una pared despintada, para calmar la ansiedad y estabilizar la respiración. Se acercó a la boca del callejón con sigilo; ella caminaba de un lado para otro desafiando el equilibrio y la gravedad sobre el par de tacones rojos.
        - Amanda…
        - ¡Uh! ¿Quién mierda…? Ah, eres tú Avelino, mayor susto, chico, ¿cómo me encontraste?
        - Me manda el Moro
        - ¿Qué te ha dicho?- preguntó la mujer con nerviosismo.
        - Ha dicho que cojáis lo necesario para iros al carajo de una buena vez para siempre y que le mandéis el paquete conmigo, que si te vuelve a ver en este puto pueblo carga contigo y adiós la Mandy.
        - ¿Y por qué no ha venido él mismo a encargarse del asunto?
        - Es que le ha cogido la madame en el medio de la misa y como no han llegado a un acuerdo, que me vio y me da el recado.
        - ¡No!
        - Pues sí, tía, como te cuento, por eso me ha mandado (la mentira fluía fresca y líquida por sus labios, tan indetectable que podía confundirse con su saliva ordinaria) y te dice que os larguéis la madre de una vez, que está jodido hasta el cuello, la madame lo ha encabronado con un policía de los que ella se folla, que está sentado en el banco de junto y si no le da la pasta, pues le da reventón y amén.
        - Uy, si hasta me dan escalofríos (se persigna), espera.

        Se tragó la charla, con razón se ganaba la vida a punta de abrir las piernas, si la cabeza no le da para nada, pero, bueno, mérito al mérito, eh, también es que con una coartada tan bien armada no es nada fácil olerse la trampa, ja ja… Amanda sale de su escondite detrás del bote de basura y le entrega a Avelino un sobre amarillo de manila, grande y mal cerrado con cinta adhesiva.
        - Ten cuidado, si lo abres te mata… he anotado cuánto tomé, así que no te quieras pasar de listo…
        - Sí, sí, sí, anda que yo sé quién es el Moro, no faltaba más, dale, móntate en el primer bus sin demoras, que cuando acabe el sermón se va a prender la fiesta.
        - ¡Oye! Gracias, Avelino.
        - Por nada, por nada (literalmente)

        Ha sido como quitarle el dulce a un niño, pero sin llantos si es que todo termina bien, podría decirse que no ha llorado porque las manos le quedaron llenas d melado… Avelino se embolsa el paquete debajo del hábito, acompaña a Amanda hasta la estación y aguarda hasta que arranque el autobús, a Sevilla, creyó leer, pero podría haber sido Castilla o cualquier –illa de las que abundan en el país.

        Entonces vuelve raudo a la iglesia, busca el cepillo, pone su cara más angelical y pasa revista a los bolsillos, carteras y conciencias de los feligreses, frunciendo el ceño ante los amarretas que sueltan una monedita a desgana, sobre todo si los sabe visitantes de otros predios menos sagrados… pero por dentro está que hierve de contento, no le cabe la impaciencia, cuando llegue a casa contará el botín y lo guardará en la loza falsa debajo de la pata de la cama, junto a todos sus otros “tesoros”: Una armónica oxidada, un mechón de pelo de la Lolita del quinto año, las canicas ganadas a sus compañeros, un par de estampitas santas, que no viene mal protección de allá arriba y el prendedor de su madre, que ella cree perdido desde aquella fiesta. Con eso pagará la deuda al casero y si alcanza, al término de las clases, en el Verano, le dirá a su madre que recoja la maleta y se la llevará a Valencia. Le han dicho que por allá hay unas bonitas playas.

septiembre 08, 2010

Carmelo All Star




Carmelo apagó el despertador y siguió durmiendo. De repente creyó que se levantaba, se duchaba con agua bien caliente cantando un aria a lo Pavarotti pero con marcados tonos nasales. Cuando el agua empezó a salir verde y espesa mientras sus pies se enredaban en raíces de mangle comprendió que había comenzado a soñar y abrió los ojos, sudoroso y sobresaltado.
Se puso su guayabera bordada, los pantalones de lino blanco, calcetines vinotinto de nylon y los zapatos de patente blanquinegros. Frente al espejo se engominó el pelo negrísimo (¡Bendita sea la Silueta Swarkopff!), así hace tiempo de que se le seque la mascarilla de pepino, astringente, para que no le queden poros abiertos. ¡Esta noche debe tener el cutis perfecto!
Desprende con cuidado los pellejitos de pepino, se enjuaga, se restriega con “apricot scrub”, se cepilla los dientes, se aclara el rostro con agua fría y se aplica la crema hidratante de alfa hidróxidos, lo mejor contra las arrugas.
Se empolva la nariz con facial chino de arroz, para no andar “cara ‘e pastelito”. Abre el gabinete del espejo y analiza dubitativamente los estuches; extrae el tercero de derecha a izquierda y procede a colocarse los contactos verdes. Una gotita de solución óptica en cada ojo más un “toquecito” en cada fosa nasal, para salir entonado; después de una revisión visual de cuerpo completo frente al espejo grande, Carmelo está listo para conquistar el mundo.
-¿Para conquistarlo? No, niña, será para seguir conquistándolo…
Carmelo se siente en la cima del mundo. El Salón siempre está lleno de pavitas que se secan el pelo, viejas copetonas que necesitan un intensivo de latonería y pintura, mamis que se hacen las manos y los pies,, muchachitos mocosos y pecositos que vienen por su corte paje, hermanas que se depilan o las chamas fashion que vienen a teñirse. Caja llena y corazón contento. Nada que ver con el raquítico e insignificante inmigrante campesino que hace 27 años pateaba los laberintos de la ciudad extraña e inhóspita buscando trabajo de cualquier cosa, porque no sabía hacer ninguna; sepultados quedaron los días de dormir con un ojo abierto en un banco de plaza.
- Cancelado, cancelado, cancelado, todo el pasado cancelado.
Empezar a lavar cabezas y empezar a subir como la espuma fueron una misma cosa. Hoy será la gota que rebase la copa de la felicidad de Carmelo.
- Cuando vas al encuentro de tus sueños sólo el cielo es el límite.
Al llegar a la Planta Baja del edificio toma el taxi que ya lo espera, saluda al chofer y saca una revista de su portafolio, porque siempre debe estar al tanto de las nuevas tendencias. En Londres son más atrevidos, más quema’os. Planea ir allá el año próximo.
Dentro de su cápsula de aire acondicionado Carmelo ve pasar un autobús cuyo vidrio trasero está cubierto por un anuncio con su foto. Lo sigue con la mirada hasta que finalmente lo pierde entre el tráfico. Sonríe satisfecho.
El taxi lo dejó frente al Salón (el que atiende Él mismo, en persona); antes de bajarse se retocó con un papelito empolvado.
Todos lo saludan al entrar, estilistas y clientes por igual, todos alardean de familiaridad pero nadie traspasa a su intimidad de soltero empedernido, romántico incurable y maniaco depresivo.
Cuadró la caja temprano, mandó a Robert a depositar en el Banco Exterior, recolectó algunos implementos dentro de un neceser, hizo varias llamadas telefónicas – unas cortas como telegramas y otras largas como monografías -. En eso volvió Robert con los recibos bancarios, Carmelo revisó todo, dio instrucciones a cada cual, tomó su portafolio, su neceser y esperó afuera que el taxi acostumbrado llegara (¡No es nada fácil esto compaginar sus dotes artísticas con la faceta de incipiente empresario de franquicias estéticas!, y si no me creen traten de administrar un emporio que hasta podría tildarse de filantrópico, ¿o acaso no cumplían sus salones con una labor humanitaria hacia su prójimo?), luego hicieron escala en la lavandería “Satín”, donde Carmelo recogió una pieza en su respectivo gancho y cubierta plástica, sólo que ésta era opaca y no permitía ver el contenido. La acomodó estirada en el asiento trasero, cerrando la puerta con cuidado. Las mariposas en el estómago explotan cuando sube de nuevo al vehículo y continúa el trayecto en el asiento de adelante, junto al chofer.
Nunca lo había visto tan cerca, las piernas bien formadas, la firmeza cuando mueve la palanca de los cambios. Se acalora, al desviar la vista hacia la calle vuelve el mariposeo, que se va convirtiendo más bien como en una centrifugadora. Las manos le sudan un poco, también observa compulsivamente la cara de su reloj “Longines Edición Especial Aniversario”.
Cuando el taxi se detuvo frente al “Club de Baco”, Carmelo necesitó aún unos minutos antes de bajarse con garbo y determinación, como una diva; uno de los muchachos de seguridad lo ayudó con los paquetes hasta el camerino.
- Es que las estrellas no debemos cargar peso- Comenta divertido.
En un impulso de sinceridad y desesperación irreprimibles le dice al taxista:
-¡Hoy es mi debut!
- Suerte- Le responde éste y arranca.
Mientras se enrola al cuello la boa de plumas y disimula un chorrea’o del rímel, Carmelo escucha desde el escenario al tiempo que un temblor de emoción recorre su columna vertebral hasta hacerle temblar las rodillas:
- ¡Y ahora un fuerte aplauso, con ustedes… Carameeeeeeeeeel, la voz más dulce de la fauna nocturna!
(2003)

septiembre 05, 2010

La tarde del domingo



La mujer regresa y su casa está sola. Después de tanta repentina intimidad, después de tanto espacio compartido, después de tanto diálogo, después de tanto… vuelve y encuentra que los fantasmas de todos los días no se han marchado. Lee, se para, camina, se mira en el espejo, pone música, se fuma un cigarrillo, contempla su cuarto, la sala, su mundo, su pequeño universo, se encierra en las paredes que, paradójicamente, la liberan.

Sus voces le hablan y la hacen sentir a salvo; sabe que mientras estén allí es menos vulnerable.

La cara del reloj le recuerda que el monstruo de la rutina puede ser implacable, lo observa a sus ojos de aguja y lo reta, ella no es una esclava del tiempo. Tiene poder para abandonar sus planos, es capaz de suspenderse en la eternidad, entra y sale de la vida y de la muerte, del espacio y la materia.

La mujer se sabe infinita, inabarcable, incomprensible. Recibe invitados que llenan el silencio con rostros, con miradas llenas de alma, con manos llenas de dar. Comparte con ellos el viaje iniciático y luego los despide con la promesa de un reencuentro sin lugar ni fecha.

Es feliz, es feliz con una felicidad inusual y auténtica, ríe con ojos tristes y vuelve a su silla. Adopta posiciones que brinden acomodo y funcionalidad. Respira profundo, cierra los ojos, echa la cabeza hacia atrás y los recuerdos la transportan a todas las instancias de su vida. Cree entonces que todo ha valido la pena, no guarda más arrepentimientos, siempre ha sucedido lo que tenía que suceder.

Sus voces hablan más fuerte, la soledad es no saber estar en paz consigo mismo. Ella está sola, pero ya no siente soledad. Ahora la casa es el centro de poder. La energía se concentra, cada vez más limpia, cada vez más pura, cada vez más energía. Abre los ojos, se levanta, llega hasta la puerta, voltea la cara hacia el cielo nublado; aguarda la salida de la estrella, la lluvia cae suavemente y la refresca. Ha llegado la hora de acostarse a dormir. (1998)


septiembre 03, 2010

Aclaratoria

Para quienes buscan al hada perdida en el mundo de los cronopios:

Las crónicas de CRONOPIORIO fusionadas con el AGUJERO CON VISTA A LAS ALCANTARILLAS se han transformado en las CRÓNICAS DEL ARRECIFE AZUL (una cadena montañosa en constante formación, con ambiciones de ecosistema, que se multiplica en las profundidades subconscientes y oníricas, territorios inciertos de aterradora belleza y monólogos existenciales), pues ya el hada oprimida en el mundo de los cronopios ha recuperado su libertad y vuela feliz por los bosques azules, sin embargo, un ser mutable e informe ha quedado en su lugar: un organismo vivo, en constante crecimiento, no exactamente vegetal pero echando raíces y frutos, ni animal aunque sus reacciones sean viscerales, no totalmente humano porque no se asume en ese género nefasto aunque es el que le toca para desenvolverse, sí muy mitológico, con tintes de bestiario, de fábula, de verbo primigenio y sublime en términos kantianos. Un ser que soy yo en la búsqueda de ser, la ficción que me invento para vivir la cotidianidad agobiante, el intento de convertirme en la que sueño y sueña, el espejo donde se graban los rostros que encuentro, con sus luces y sombras, el vacío a través del que fluye la magia; en fin, una conciencia de mí misma que no alcanzo a comprender y por lo tanto, necesito compartir.



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