mayo 15, 2011

Reflexiones de la Maternidad Crónica (I): Lo que nadie nos dice

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Tengo más de seis meses tratando de escribir este post, no estoy segura de haberlo terminado, pero hasta aquí llegué porque si no no lo voy a publicar jamásss.

Empecé a redactarlo cuando estaba "a punto" de dar a luz a mi segundo hijo (espero también último) y ahora mi pequeño bebé ya tiene dos dientes. Como no había logrado terminarlo publiqué algunos de los textos engavetados que sobrevivieron a las mudanzas y otros múltiples vericuetos, así como algunas imágenes de mis recientes trabajos plásticos, que es como más me desahogo para no hundirme en la locura del absurdo cotidiano. Y es que durante los últimos seis meses no he tenido "tiempo", por paradójico que suene, así son los tiempos relativos de los que hablaba Einstein. Una de las razones por las que a pesar de mi muy honroso título universitario de Licenciada en Letras (así con mayúsculas) no logro articular coherentemente más de dos ideas entre sí ha sido LA MATERNIDAD (sí, así no sólo en las iniciales sino todo en mayúsculas) y más específicamente LA LACTANCIA MATERNA (ídem).

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua la MATERNIDAD se define como "Condición o calidad de madre" y "crónico, ca: (adj.) Se apl. a las enfermedades de larga duración"...

Sabido que la condición de madre es perpetua valga el adjetivo que da título a esta nueva sección de mis crónicas...

La maternidad me hace reflexionar a menudo. Sobre ella y a pesar de ella. Por ejemplo cuando estoy cocinando se me ocurren algunas de mis más brillantes frases literarias y filosóficas, lucideces instantáneas de la situación mundial, el plan de ordenamiento territorial de las comunas, la cosmogonía de reinos elementales paralelos y otros desvaríos similares de la conciencia que no obstante se esfuman por arte de magia al sentarme frente a la computadora y escuchar el estridente chillido en el otro extremo de la sala "mamiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii", justo cuando el pequeñito se había dormido y yo podía hacer uso de mi propio cuerpo; finalmente cuando mi cerebro resiste el cuarto o quinto reseteo del día logro extraer un poco de sinapsis a mis neuronas y obtengo al menos una frase no mediocre.

Ser madre es sublime, me explico: no es agradable, es extenuante, carece del relajante placer estético de lo bello y comparte mucho del horror y desmesura de lo grotesco... no obstante es una experiencia grandiosa, suerte de épica cotidiana, de exaltación espiritual y trascendente enajenación...

Lo que nadie te dice cuando no eres mamá es que después de serlo tu vida nunca volverá a ser tuya, que nunca volverás a dormir profundamente -al menos mientras tu(s) hijo(s) vivan en la misma casa, que recuperar tu figura de mamirruqui se volverá tema de un reality chou.. nadie te dice de la mierda, de las desesperaciones, de los desacuerdos, las incomprensiones... nadie te advierte sobre vivir eternamente dividida entre ser persona y ser madre... nos muestran las caritas redonditas, los angelitos dormidos, las ropitas cuchis de muñequitos, no los pañales cagados ni los cuajitos de buche (o "reflujo" como lo llaman elegantemente en las revistas sobre bebés para madres neófitas). O quizás tratan de decirnoslo pero somos incapaces de comprenderlo, nuestro hardware no admite esos programas hasta que no instalamos el dispositivo placenta...

Pero aquí entre nos, a manera de culposa confesión, mi peo mental, es decir, lo que me atormenta, es que el carajito grande me cae mal y yo no creí que fuera posible que eso pasara con tu propio hijo, claro que lo amo (o eso me repito todo el tiempo hasta que me lo creo) pero no sé por qué todo lo que hace me "saca la piedra" y hasta lo detestaría si no hubiera salido de mi vientre... para colmo soy mamá soltera, mi horario es algo así como 12/365-7/24; sin embargo yo trato de hacerlo cada día lo mejor posible en esta vida tan dura y bonita que elegí y aunque mi naturaleza es violenta e intolerante, recurro al diálogo, trato de ser cariñosa aunque todo el tiempo no me salga y sé que es un niño equilibrado, inteligente, fuerte, sano, con valores positivos, sensible, valiente y guerrero... o sea que tan mal no lo he hecho durante estos siete años... es sólo que soy hija de una mamá perfecta y como yo también soy perfeccionista quisiera ser tan buena como ella...

¿Quién le dice a uno que mucho de ser madre es aprender a vivir con el corazón arrugado???? y que quien no se desespere nunca con sus hijos que me tire la primera piedra...
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