junio 16, 2011

Piojos

La semana anterior había sido intensa, pero ya se iban superando los contratiempos. El técnico había arreglado la lavadora y ya la montaña de ropa sucia disminuía considerablemente (claro, ahora tocaba hacerle frente a la montaña de ropa por arreglar); el albañil había retomado la construcción del baño y parecía que esta vez todo iría en paz (aunque por poco tiempo); después de diez días cocinando con leña por fin la bombona de gas ponía a chillar a la tetera como Dios manda... o sea, que aparentemente las cosas se encaminaban hacia la dirección que ella esperaba. Pero no contaba con la ironía del autor, que no gusta de ver a sus personajes muy felices o relajados. Así que mientras ella se mecía apaciblemente en su hamaca disfrutando del agradable clima de la tarde su tierno hijo apoyó  la cabeza en su pecho y al acariciar su lisa cabellera vio escabullirse nada más y nada menos que a los diminutos demonios que arrunarían su breve instante de absoluta felicidad: PIOJOS!


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