Hace como 12 años que dejé el
cigarrillo, pero todavía me provoca, en ciertos momentos, no todos los días y a
cada rato. Sin embargo, en ciertos momentos, sí, también cometo mis deslices,
dos o tres pangas en una que otra celebración, dependiendo siempre del nivel
etílico en la simple ecuación de a mayor curda más juma… siempre me pasa en las
casas de los amigos fumadores, siempre le termino martillando a la amiga o a las
abuelas, a los amigos no porque siempre están peleando por sus cigarros y
lloran por cualquier caleta, niñotes… no sé por qué, es como una cuestión de
honor no volver a comprar, aunque ya sé que me voy a terminar fumando unos 9 o
12 al año, debería comprarme la cajita pequeña y tenerla por ahí, para esas
veces, pero no, yo sé por qué es que de verdad no la compro, es para no tener
la tentación, en un arranque de ansiedad, por ejemplo, no, la verdad es que siempre
me caigo a cobas en eso –entre otras cosas- y creo que voy a resistir, que no
voy a caer, que me va a repugnar… ahí es cuando uno ve que borracho no es gente
y siempre tiende a la autodestrucción… bueno, tampoco es que yo juzgue la
calidad humana por los niveles de nicotina, pero es un hábito insano, lo
sabemos y como cada quien con lo suyo, así como tengo una pana que fuma como
una chimenea pero no toma ni pizca de azúcar por ejemplo, yo opté por dejar de
fumar cuando me replanteé mi vida hacia un giro ecológico (¿Ilógico?) pero no
he podido abandonar el chocolate… del cual también trato de abstenerme, con
mucho menos éxito… De repente resulta que de tanto seguir la vía de la
moderación no se ha templado mi carne ni mi mente al estilo de los monjes budistas sino que me siento como
reprimida, alucinando tentaciones estrambóticas –más en el estilo del pájaro
loco- bajo el escándalo de la lluvia en las latas del techo, que traspasan su
ración de lluvia para adentro… no, mi carácter no diría que se haya exactamente
templado en este tiempo, ha sido más bien como un aplazamiento de necesidades y
ritos accesorios ante las urgencias y las auténticas prioridades, es que yo no
quiero acostumbrarme a pasar roncha, ni mucho menos llegar a que me agrade y
por lo visto esto es una tremenda contradicción con el lugar que escogí para
vivir, donde estoicamente consideran una especie de honor ese vivir sufriendo
innecesariamente… Ahora dirá quien lee que por qué escribo esto… bueno, nada,
que es uno de esos momentos en que me provocaría fumarme un cigarrillo y tal vez
otro y otro con un café con un vino con un ron y otro y otro y otro… pero sólo
tengo café… y estas ganas de quemarme una pangola y hacer aros de humo mientras
mis problemas se esfuman lejos…