diciembre 11, 2008

La Llama (1999)




I.- Patíbulo

Las piernas me tiemblan mientras subo los peldaños, mi respiración se hace difícil, el bullicio se siente como una suave melodía de arrullo... Tropiezo un escalón y caigo irremediablemente, el hombre sin rostro me levanta molesto, con tosquedad, continúo avanzando resignada pero el corazón late cada vez más fuerte hasta que duele...

Sólo fui fiel a mí misma, la magia existe... el filo de la hoja brilla con reflejos de sol, paradójicamente hoy es un día tan hermoso, en el árbol de la derecha un pájaro azul intenso alimenta a sus pichones; las nubes se convierten en todo género de figuras... Quiero irme de aquí en ese barco de grandes velas extendidas o volar sobre aquel dragón oriental... –¡No, por favor, no me venden los ojos, quiero verlo todo!... detrás de su capucha funesta puedo percibir su sonrisa sádica, no me importa, yo necesito tener los ojos abiertos, descubiertos... él pide lo mismo, pero no entiende, no tiene culpa de nada, él no estaba involucrado, él no conoce los secretos, él no tiene la fuerza... pero no me creyeron y su amor se convirtió en condena, ahora lo colocan junto a mí...

Observo a la multitud histérica, sus rostros se deforman y la música de las esferas desciende lenta y plácidamente hasta mis oídos, supongo que es el destino y acepto el reto, el conocimiento no ha sido alcanzado en balde...

Este momento se hace interminable, mi amado tiembla de terror, ¿cómo le explico que sólo cruzaremos el umbral de la ilusión? Él cree que es el final y en el fondo de su alma me culpa y odia a Dios y a sí mismo y a todos los seres humanos... ¡él no estaba preparado! Yo quise salvarlo pero la piedra filosofal está adentro y él no descubrió la suya...

Lo miro fijamente y atraigo su mirada... está llorando... yo sabía que para él sería terrible... sus ojos café se nublan en un velo de lágrimas y es como si exigiera una respuesta de mí.

- Te amo, le digo. – Te amaré siempre, no tengas miedo.

Y él sigue mirándome a través del llanto, me quedo sin palabras, me gustaría poder acariciarlo... en el último momento parece comprender la expresión de mi rostro y yo recobro el aliento... sé que volveremos a estar juntos... quisiera transmitirle esta certeza... la vida es una serpiente mordiendo su cola... volveremos hasta reconocer a Dios en todo... El verdugo corta la soga... no siento dolor... la luz se abre delante de mí. Lo encontraré, aunque me cueste todas las vidas.


II.- Plegaria

Me acurruco junto a su cuerpo como un gato, aferrándome a mi única esperanza de redención y lo miro con expresión de niña perdida y siento ganas de llorar.

Él me abraza, consolándome, y me besa en el cuello mientras sus dedos juguetean con los rizos de mi cabeza. Yo quisiera poder decirle cuánto lo quiero, cuánto agradezco que permanezca a mi lado sin decir nada, quisiera hacerle entender que me entrego como en una ofrenda ritual. Él se disculpa por hacerme llorar, me dice que me quiere (aunque yo ya lo sé); dijo que a veces se siente como un extraño y yo no entiendo, o no quiero entenderlo, y me siento culpable de dudar, de tener miedo, de ser tan huraña...

Si yo pudiera transmitirle mis sentimientos con un beso... Si él entendiera el lenguaje de mi cuerpo... Si yo encontrara cabida dentro de las pobres palabras...

Lo abrazo fuerte. Quiero borrar sus palabras con este rostro arrepentido. Quiero quedarme en sus labios con el sabor del té. Quiero dormir con la certeza de que lo veré mañana... y estaré salvada.


III.- Pregunta

¿Y tú me preguntas si alguna vez escribo para alguien más que mí misma?, ¿es que acaso puedo en verdad escribir para mí misma?

No, uno siempre escribe para que alguien lea, aunque sea sólo por equivocación; todas mis palabras esperan a alguien, todas mis palabras son por y para alguien, estas mismas palabras que no puedo usar para decirte que te amo, para hacerte creer en mí, para borrar tus dudas con consuelos; estas mismas palabras que son siempre inútiles, imprecisas, insuficientes; estas mismas palabras que no vienen a mi boca sino a mi mano; estas mismas palabras que con su ausencia me están costando tu amor; estas mismas benditas y malditas palabras que me roban la voz y me convierten en poeta y que ya no sé si me hacen feliz o desgraciada; estas mismas palabras que no saben hacer otra cosa que darme vueltas adentro; estas mismas palabras que son siempre distintas; estas mismas palabras que hoy me sirven para extrañarte, para hablarte en el espejo, para aborrecer al Mesías apocalíptico y para soñarte conmigo en la cama; estas mismas palabras que no me salen cuando las busco, que no saben nadar en lo profundo, que no me abarcan. Estas palabras, amado, que hoy son para ti, siempre quieren ser leídas por ojos que no sean míos y ojalá algún día los tuyos tropezaran éstas.


IV.- Pausa

Pasa otra noche y él no aparece, busco excusas para quedarme despierta un poco más, contemplo su retrato (que llevo a todas partes) con el ceño fruncido y esa mueca en la boca, ¡es tan graciosa!, su expresión es de un niñito molesto.

No puedo evitar ponerme triste, no sé por qué no viene, no sé por qué, tengo miedo. En la tarde me subí al techo a llorar y vi a la gente pequeña y simple entrando a la iglesia para misa de las seis, y el cura gordo y calvo con sotana blanca esperaba en la puerta, supervisando su rebaño; después empezaron las canciones de siempre y yo sentía ganas de bajar corriendo y soltar a mi perra en medio de su templo y gritarles que se callaran, que respetaran mi dolor, que no molestaran mi soledad y deliraba por verlos dispersarse, desaparecer, pero no hice nada de eso y me quedé viendo el horizonte sobrecogedor a medida que iba oscureciendo y después alguien me dijo que él no va a volver, que ya no me quiere, que se cansó.

Y yo me pregunto: ¿se cansó de qué?, ¿de ser amado?, ¿de ser feliz?

No lo creo. En todo caso se cansó del vértigo.


V.- Premonición

Camino por el corredor de la planta alta, todo me parece familiar y extraño al mismo tiempo. Veo las grietas de las paredes y sólo entonces me percato de que es una construcción antigua, “colonial”, me digo para mí; la media tapia permite ver el salón principal desde arriba; los muebles son de madera maciza, de líneas simples. Hay muchas jarras con flores, el ambiente es cálido, pienso que me gusta estar aquí, pero aún así me siento perdida, no sé cómo llegué a este lugar.

Escucho voces en el corredor contiguo, me acerco sigilosamente hasta el puente para identificar la procedencia exacta del sonido. Me sorprende un nicho de madera decorado de verde donde reposa la pequeña figura de la madre pía, su imagen me provoca una sobrecogedora emoción de respeto, de veneración... retomo la búsqueda de las voces y encuentro una rendija de luz proveniente de una puerta entrecerrada.

Las voces salen de allí; son masculinas. Una ríe desaforadamente y la otra murmura rezongando y exhalando desesperados y eufóricos gritos de dolor de vez en cuando. Se oyen también pesados pasos que parecen danzar dentro de la habitación.

Me asomo con cuidado, para no ser descubierta, ¡quién tuviera la capa de Sigfrido! La risa era del hombre de barro, que se alimentaba de arena marina y de rayos de sol, los otros ruidos eran del hombre-témpano-de-sal, que giraba sobre sí mismo y efectuaba una grotesca traslación alrededor de la estancia; me compadecí de él; sus pies sangraban por causa de su frenético baile, sus venas palpitaban a punto de explotar... traté de interrumpir su movimiento pero me golpeó con sus garras de hielo; el cálido hombre de barro me ayudó a componerme de la caída y me ofreció un refrescante vaso de agua de mar, mientras tanto, el cansancio venció al hombre témpano-de-sal, que empezaba también a desmoronarse por desgaste.

Yo he regresado al pasillo, tomo el pequeño nicho verde con la imagen sagrada y entro de nuevo en la habitación, con MI pertenencia en las manos para guardarla en un cofre (cuya llave siempre tengo conmigo), que por cierto tampoco sé cómo llegó a parar aquí. Desprendo la llave de mi cuello, abro con delicadeza el arcón, extiendo sobre el piso la manta de estrellas, coloco el pequeño altar encima, lo envuelvo con ella e introduzco todo el paquete dentro de la caja, asegurándola con su cerradura.

Observo alrededor, el hombre de barro se ha marchado; volteo hacia la esquina donde yace el hombre-témpano-de-sal, cuya mirada me recuerda demasiado la de un hombre que amé. –Será esto lo que necesitamos?, le pregunto; él dice con voz cascada: –Será...

VI.- Pérdida

Te busqué en cada ruido de la noche, en cada rostro de la calle, en cada gota de lluvia que caía. Caminé sin rumbo tratando de encontrarte, de encontrarme, de reconciliar mis sueños con el mundo, con este mundo que amé más por ti, con este mundo que ahora volviste aborrecible. No entendí qué pasó. Tú, el héroe de los cuentos, yo, la del mundo de hadas; nosotros, las flamas unidas después de tanto... y entonces este final, esta confusión, este caos.

Entonces otra vez la rutina, los deberes, la comida de los animales, las deudas de la frutería, la cola del cajero automático, el clima contradictorio, el insomnio, entonces otra vez yo sola en mi casa viendo pasar el tiempo, tratando de encontrar una explicación donde no existe, llorando amargamente sobre el techo, soñando un gesto. Y tú permaneces en un espacio irreal, porque tus palabras finales no se corresponden con mis recuerdos y prefiero creer que el verdadero es el otro, el que me acariciaba la espalda y jugaba con mi cabello y tomaba té y escuchaba Bob Marley y deliraba de pasión conmigo encima.

No sé que pretendías entonces ni ahora, no supe nunca el secreto guardado en el baúl, no conocí más que a grandes rasgos tu pasado y sin embargo, fui para ti un libro abierto, una fuente inagotable, un árbol grande y frondoso y fuerte; amé al hombre en el rostro de un niño rodeado por otros niños más pequeños, amé el sueño de una casa con jardín y un lobo siberiano, amé el reflejo del hijo en los ojos de la madre, amé la foto de una pared en ruinas en el centro de Caracas, amé un cactus para entregártelo y me amé más a mí misma para poder amarte como una persona plena, para no trasladarte mis carencias.

Y digo amé no porque haya dejado de hacerlo, sino para acostumbrarme a la idea de que no eres ya parte de mi vida, de que entraste al pasado, de que todo acabó definitivamente, de que tu locura es irremediable.


VII.- Persecución

Huyo del fantasma para salvar lo poco que queda de mí, pero se transforma en una bestia negra de ojos brillantes que me acosan en la oscuridad, de afilados colmillos llenos de sangre amenazante. Me refugio en las cavernas glaciales de cuerpos vacíos y grandes de amantes sin nombre, sin ojos, sin bocas; en cuerpos grandes de amantes que son sólo manos inquietas y ávidas de mí. Las cavernas se derrumban al poco tiempo de permanecer en ellas y me veo obligada a salir a la intemperie donde la bestia negra me aguarda acechante y paciente.

Mientras trato de escapar, la bestia negra me da alcance, me derriba, me desgarra un poco; yo hago intentos desesperados por librarme del dolor, pero el aroma de la bestia es tan dulce... huele a té y azúcar morena, a incienso de La India, a canela y clavo. Poco a poco el cansancio me gana y dejo a la bestia negra alimentarse de mis entrañas, su cuerpo es pesado, me inmoviliza, pero ya no opongo resistencia; me devora lentamente, se lame la boca, roja de sangre. Su pelaje es suave como un recuerdo de infancia, como un beso dado al atardecer, como una ola de mar; acariciarlo hace más soportable esta agonía.

Asimilo la muerte, me entrego, exhalo el suspiro final, abandono este mundo de miserias y felicidades de papel, abandono el reino de los seres crueles, abandono la morada del amor ingrato y me encamino hacia lo que no sé.


VIII.- Never meet or never part

Se despertó con la misma sensación amarga en el estómago y el escalofrío que recorre toda la piel, entonces a buscar otro vaso de agua en la cocina, sin prender las luces para no despertar a nadie, los pasos quedos, sigilosos... y el líquido arde en las entrañas devoradas por el ácido corrosivo de la bilis y después otra vez a la cama, con cuidadito, sacudir la sábana, amoldar la almohada.

Listo, arroparse, los pies, sino los zancudos... un suspiro, entorna los ojos, “a volar, a volar” piensa, pero los perros no dejan de rasgar la oscuridad con sus quejidos, con esos quejidos que se parecen tanto a sus ojos llenos de lágrimas, estos quejidos que me desvelan como el recuerdo de su piel tersa y el cabello desordenado cayéndole en la nuca, implorando con todo su cuerpo que me quede un poco más... y él que no podía, que tenía que llegar temprano, que los asuntos del día siguiente o la academia, o un problema del auto... o entonces esa locura inexplicable y salir corriendo para salvarse, ¿salvarse de qué? –de cualquier cosa, pero salvarse... porque el peligro se esconde donde menos esperas... –Y yo no entiendo tu paranoia, eso se llama miedo a ser feliz... Pero no era así, era miedo al lado oscuro de la luna, al lado oscuro del propio rostro, a ése que sólo se revela en las sombras de la habitación, en el amargo del estómago, en los complejos subconscientes. No podías darte cuenta porque para ti todo era luminoso y simple y a mí me daba rabia que sonrieras aunque las cosas salieran mal y sospeché de tu bondad, de tu fe en el universo y en ese mundo de preciosas mentiras infantiles en que vives. –Existen, me dijiste, pero no me enseñaste a creer y después ese dulce placer de venganza cuando derramaste la primera lágrima por mí, esa lágrima amarga como las paredes de mi estómago que se hacen eco de mis remordimientos de conciencia. Él quería aprender la alegría, pero se desesperó en el intento –Desesperación, sí, pesadilla, sí, “never meet or never part”, pero en el dolor la vida... Mejor conocerse, “or never part”, pero se rompió el círculo... Quizás el espiral, en el universo nada se destruye, y los perros aúllan hasta el amanecer... y de aquel rostro no se borró la sonrisa, el recuerdo la conservó intacta... y el ardor en la garganta... “or never meet”.




julio 09, 2008

Armando


Armando Montesinos trabajaba en un taller, es mecánico auxiliar, es decir, aquél que no recibe ni un cumplido ni un gracias por lo que hace, casi tampoco un pago, pero ése es un cuento mucho más largo. Pasa la mayor parte del tiempo armando las piezas de motores y engranajes que el mecánico encargado es incapaz de reparar y volver a montar. Entre motor y motor él prende su propio tubo de escape, potencia turbo, lo arma caleta y después, antes de que explote el capó, a pisar chola, probando el entuerto de las tuercas con un recorrido panorámico, algo podría decirse “MILagroso”. Se ríe de su propio chiste.

Su pana El Montañés le vende los libros bien resueltos. Libros de 20, 30, 50 y 70, encuadernación pura pasta, remates de Monte Ávila Editores. Calidad. Puros autores colombianos. Descuento o ñapa pa’ los panas. Armando le compra cantidad. Es un lector apasionado, febril.

Armando arma el primero bien temprano mientras cocina el desayuno, se facha con calma, el trabajo no empezará antes de que él llegue, es importante irse bien apertrechado. Dos huevos con tocineta y un par de arepas recalentadas aguantan bien hasta la hora del almuerzo. Armando se arma una historia en el camino que justifique la tardanza. Esos malditos negreros no entienden la importancia de un buen desayuno en el rendimiento de los obreros como él, un mecánico ordinario, hediondo como todos los asalariados, miserables, explotados, que no pueden ni gozarse un buen desayuno y la vara MATUTINA SIN ARMARSE UNA MENTE, mientras ellos se levantan de sus camas estiradas y ya tienen cuatro jala bolas lavándolos, vistiéndolos, atapuzándoles la comida y sacándoles los gasecitos al final.

Los dueños del taller nunca se ensucian las manos de grasa. Siempre tienen un pariente con hambre que dirija a los demás tarados. Así nos llama, lo he escuchado cuando regaña a Luciano mientras me estoy fumando el gran bate por detrás del aire acondicionado de la oficina y cree que no lo escucha nadie. Tarado voy a quedar después de éste… ¡ARMANDO!... Armando la facha, armando la rosca, armando la tuerca, armando la palanca, armando el gato, armando la movida, Armando dónde estás metido, armándose una, armando la mente, armando la excusa, armando una pieza, armando una cosa, armándose otra… ¡Armando: ESTÁS DESPEDIDO!
Armando pasa por el Almacén Doña Pepita y se compra tres libritos de hojas de arroz antes de ir a casa; también hace escala en la panadería -¡ARMANDO EL MONCHIS!- y se compra un par de cachitos de jamón, una malta, medio litro de leche y un paquete de galletas Oreo.

- Que se armen ellos mismos su vaina, porque lo que es éste servidor lo que va armar es senda vara.

julio 05, 2008

Trinidad y Otros Vagos






Trinidad se arrellanó en el sofá, se desabotonó la camisa y prendió el ventilador. El calor del trópico es bochornoso, inmoral. Repicó el teléfono. Tita lo dejó sonar hasta que no aguantó más y estiró el brazo.


Sólo sostuvo el auricular junto a su oreja, sin pronunciar ni una palabra. Del otro lado tampoco habló nadie, apenas se percibía el susurro de una regular respiración queda y la tenue percusión de un latido cardiaco. Permaneció así durante diez minutos.


Después trancó y volvió a desparramarse en el mueble con una sonrisa; buscó el control del televisor y empezó a saltar de un canal a otro, deslizándose por olas de blablablá, bombardeos publicitarios, tiroteos reales y ficticios, sexo explícito violencia, documentales y un largo etcétera, hasta aterrizar en un inquietante animé japonés subtitulado.

- Se va a quedar echada ahí.
- Un rato más, a lo mejor llega alguien o se masturba, quien sabe…
- ¡Déjame ver para otro lado!
- Ya va, si en cinco minutos no se mueve lo cambias.
- Bueno, ya estoy contando…

Tita no se mueve, alcanzó a quitarse los zapatos y las medias, a desabrocharse el pantalón. Otra chica marioneta j.

- Cinco minutos. Mi turno.

La mira del telescopio, amplificador de fetiches, cercanía morbosa, se dirige a la ventana del tercer piso. Luz apagada, ¡qué lástima! Recorre la calle, hay un indigente revisando las basuras, lo acompaña un perro flaco que olisquea todo lo que él toca; es asqueroso, no deberían permitirlo, un verdadero peligro, completamente antiestético y antihigiénico. Al fin algo interesante, el vecino gay va a dar una fiesta, ordenó la mesa para un banquete, esto va a estar “buenésimo”, pendiente para más tarde, faltan algunas horas para la verdadera acción.

- Ven, en el sexto piso, tremenda paliza, rápido…
- Uhh! Esa mujer no aprende…
- Déjame ver.
- Hay para rato, deja el atore.
- Déjame ver…
- Deberíamos instalar otro. Así podríamos ver al mismo tiempo.
- ¡Ay, Santísima! La va a matar.
- ¿Llamamos a la policía?
- Ni se te ocurra, en la tele no hay nada que valga la pena…

Abajo, en la acera, Sherman mata el hambre con lo que encuentra y le da las sobras a Toby, el perro, y Chepe, el gato, sus fieles acompañantes de juerga y jerga.

- Ya se pusieron a tirar…
- ¿Los del sexto?
- ¿Quién más?
- ¿Tita?
- Tu consentida no se ha movido.
-Ah…

Trinidad no se ha movido; Tita no se va a mover más. La sangre dejó de bombear hace más de dos horas. La encontrarán mañana, cuando lleguen de viaje.

junio 21, 2008

junio 20, 2008

El Árbol de Narciso





Lo que no dijeron los libros de mitología fue que al ahogarse en el beso de su reflejo, mi abuelo alcanzó un estado de éxtasis tan arrobador que su orgasmo se esparció por el agua al mismo tiempo que su aliento abandonaba su cuerpo.

Más tarde, todas aquellas que se asomaron a la fuente quedaron preñadas por Narciso a través de la pupila, es lo que se ha representado simbólicamente con su transfiguración en flor.

Pero no se crean que el despecho de Eco quedó impune. Toda la descendencia ha sufrido la herencia del desplante y estamos condenados a la egolatría, sabemos de antemano que nunca encontraremos un objeto tan digno de amor como nosotros mismos, excepto quizás cuando reconocemos esa herida en el fondo de otros ojos que delatan el parentesco…

Los hijos del árbol de Narciso vivimos en la soledad de un recíproco amor insatisfecho. Nos reconocemos porque para nosotros nadie es tan importante que el yo mismo, nuestra libertad es un bien inalienable y si nos relacionamos es sólo mientras la mirada del otro nos refleje sin exigencias.

Ellos, los otros, están destinados a sufrir la historia de Eco y nosotros a purgar el castigo mítico y florecer, reproducirnos, con esos que nunca serán nosotros, aunque quién sabe, con todos estos adelantos en materia de genoma y clonación, capaz que un día cualquiera nuestra genealogía rompa con el ciclo kármico.

Terribles frutos del árbol de Narciso, también nos conocen con el nombre de deseos.

junio 13, 2008

El Espejo

Espejo:

MADUREZ
Moralidad / Apego al pasado
HACIA DENTRO
LAS CARGAS
Estrés / Participación
CONCLUSIÓN
ÉXITO
Somos el Mundo / Lucha
FLORECIMIENTO

Su Diamante:

Plenitud
Amigabilidad Conclusión Mente
Aislamiento

El día había sido caluroso y nublado, amenazante de lluvia, pleno de polvo, de humo, de ropa pegada al cuerpo. Triunfo... ¿Qué representa? Cumplir el cánon, saberse la línea, disimular la máscara, venderte. Pero si llegaras a practicar lo que en realidad deseas te automarginas.
Ella se sentó en el último vagón y sacó su libro. Divina ficción donde evado esta vida absurda, insuficiente; refugio a la mediocridad en que se fue convirtiendo todo, a la decadencia que me sume en la basura astral. Ampollas en los pies, callos en las manos, cabellos crispados por la humedad. Un arlequín pasea sobre el lomo de un tigre de bengala mientras recibe ovaciones. El cuerpo ligero se transforma en energía y flota, floto sobre el enjambre de zumbidos insoportables, atormentantes, responsabilidad, deber, hipocresía, no, diplomacia, mejor... búsqueda, aparecer una y otra vez, siempre en el mundo equivocado... Conversaciones telefónicas, acuerdos, citas, semáforos, escaleras, carros, puertas, rejas. ¡Rejas!

Él se encierra en sí mismo, se reconcentra, crea un mundo infranqueable, bloquea la mirada y no hay neurolingüistica que valga, ni compartida de conciencia, ni truco new age que lo convenza, que lo afloje, que lo reviva. A veces parece que todo ha llegado a un término, pero entonces el hielo se derrite y los colores se funden en las ramas de los árboles formando tonos iridiscentes.

Pero el peso y el cansancio de la rutina, del despertador atorrante, de los mismos nuevos reclamos, van apagando el fuego en cenizas grises y dispersas en el horizonte. Se enfrentan, quisieran cooperar pero se enfrentan, con su reflejo, con su proyección, con ese rostro que es otro pero es propio. Costumbre, el hombre es un animal de costumbres, mala costumbre, mal hombre, mal, mal, costumbre, costumbre, qué se le hace. Mientras tanto una mano sobrenatural encaja la última pieza al rompecabezas azul.

- ¿Quiere decir que esto es el fin?
- No lo sé, me cansé, no puedo escoger. Decide tú...

Pero no lo hace. Nadie decide. Después se acuestan a dormir y despiertan de nuevo y cada quien a su trabajo, a su martirio, a su jungla, y esta noche al volver se van a reconfortar, porque no se puede pelear más de una vez a la semana, porque si no no es vida, un infierno en la calle y otro en la casa... –y él no es malo, chica, fíjate, si el otro día hasta me trajo flores –y ella me comprende como nadie, pana, pero a veces, sí, es verdad, provoca matarla, todo un peo, no, sólo de vez en cuando –Ay, si hasta me estoy arrepintiendo de ser así, no sé, tan quisquillosa, tan histérica...
Un beso los reúne al atardecer con la promesa de una existencia menos miserable.

junio 01, 2008

Sesión Spanglish Parlante - Spanglish Speaker Session


Tulio abrió la sesión en el site de network, cuando posó el puntero sobre la casilla de status update pensó que poner "quesúo" resultaría demasiado chaborro así que sólo escribió "en casa".
Add Yuli as a friend? Claro que jazz... Now Yuli and you are friends...
Un mensaje en el inbox... Saúl pendiente de rumbiar... blablabla... reply... háblame cloro bicho dónde es la movida, inventario de asses mediante, a ver si hay vida, jajaja, dale nos vemos en el mirror, send, mover conversación a la papelera, seguro, click clik, deleted, ok. vamos pa' home.
Raiza aceptó 1 recueste de chocolate fantasy... zángana... Tiene pendientes 16 friend recuestes... upa cachete... Mariana sent you a cuki... ay queeeeeé rico...
Tienes 7 solicitudes de recueste... Eloísa want to know guats yur stail of kisses, sure, ignore, mamita de lengua, no tengo que hacer ningún quiz... ignorar... María sent you a blessing, do you want to bless María, ¿blesin? no, María, yo lo que quiero es otra cosa...
Are you accept el recueste de Juan? Ni de vaina, a mí que no me vengan con mariqueras...

mayo 30, 2008

DENTINEX PLUS




Gerardo tomó un periódico del día anterior que se encontraba sobre el montón de revistas matatiempo apiladas invariablemente en la mesa central de la sala de espera en el consultorio de su odontólogo.

La asistente del dentista lo observaba de reojo mientras revolvía desordenadamente una gaveta en su escritorio, era rechoncha y desagradable, con anteojos puntiagudos, ropa descoordinada y cabello mal teñido. Pasados unos minutos, la mujer cerró la gaveta, revisó su cartera, guardó varios papeles en un sobre de manila, murmuró unas palabras ininteligibles y salió, dejándolo solo en la habitación; sería el último paciente del día, así que la regordeta podía irse y aprovechar para hacer unas diligencias personales, el doctor ya sabía.

Apenas se cerró la puerta detrás de ella, Gerardo sintió que su estómago se revolvía hasta convertirse en un puño apretado. El sonido del taladro lo tenía nervioso; ese chirrido le producía un intenso ardor en las encías, comenzaba como una leve comezón a la altura de las mandíbulas, casi desde las orejas, y desde allí se le trasladaba por todo el cráneo, la columna, los brazos… bajando por todo el torso para llegar e instalarse en sus tripas. Fijó la vista en el diario que tenía entre las manos y se concentró, tratando de leer los titulares. Le temblaban las manos, era difícil enfocar las letras y mantener a raya las manos convulsas al mismo tiempo.

Empezó a pasar las páginas por inercia, observando las fotografías, los anuncios publicitarios, las elásticas e inestables letras, sin poder detenerse en nada específico. Era increíble como un estúpido sonido podía tener ese terrible efecto sobre él, desmoronándolo como un castillo de arena, no, no era sólo un estúpido sonido, era la estridencia del taladro combinada con el ambiente frío, las sillas incómodas, las lecturas aburridas, las paredes insípidas y el penetrante olor de la anestesia; era simplemente irracional, incontrolable; bueno, al fin y al cabo, no conocía a la primera persona que sintiera agrado al ir al dentista, era el peor de todos los chequeos médicos, al menos hasta que le tocara examinarse la próstata.

A medida que avanzaba por las imágenes de tinte amarillista, los nervios disminuyeron su intensidad y alcanzó a leer una que otra palabra entre los surcos ondulantes: “General del ejército asesinó a su mujer e hijos con una ametralladora y luego se suicidó…”, “…sustancia altamente adictiva que provoca el sangramiento crónico de las encías al contacto con la pasta. El colorante rojo fue añadido por la compañía DENTINEX International Bussines Corporation para disimular el efecto contraproducente…”, la coincidencia entre la noticia y el ambiente le llamó la atención y enfoca más detenidamente: “Demanda millonaria contra DENTINEX International”, “… el fraude es descubierto durante la autopsia de un usuario desangrado al término de un tubo de 100cc del dentífrico…”, “… familiares del occiso esperan veredicto de la corte de apelaciones luego de que compañía logra victoria en juzgado de atención al consumidor y de esta manera evadir su responsabilidad”. “El alegato sostenido se basó en la atribución al difunto de una manía cepillo-maniaco-depreso-compulsiva, que fue lo que ocasionó su desangramiento y no la fórmula agresiva de DENTINEX PLUS GEL BLANCURA RADICAL, cuyo uso moderado y habitual no produce daños de importancia. A raíz del precedente, miles de defunciones por desangramiento súbito alrededor del mundo han sido conectadas con el uso de la pasta. Hasta el momento la OMS no ha intervenido en el asunto.…”. Gerardo sintió que una inmensa boca se abría desde la puerta tratando de engullirlo, la señal maligna sonreía desde cada rincón de esta sala de torturas donde se regodeaba un verdugo cruel y fetichista, no pudo explicar en casa a su mujer por qué volvía con los mismos dientes amarillos de tanto fumar.

El doctor rellenaba la factura del señor Moncada y revisaba de reojo la lista de espera que le proporcionó su asistente antes de marcharse cuando escuchó un ruido atronador en la sala contigua al consultorio. Al asomarse sólo alcanzó a ver la sombra de una silueta a final del pasillo. La puerta de vidrio que franqueaba la entrada se encontraba esparcida por el suelo y entre la fragmentada rotulación aún podía leerse, aunque desordenada, la inscripción del mecenas de los odontólogos "DENTINEX PLUS Gel: Blancura Radical" y un poco más allá, entre fracciones de una sonrisa perfecta y tipografía bold: eficacia insuperable.

abril 17, 2008

El Genio del Porro




El flaco barbudo y desarreglado caminaba por la orilla de la playa pateando la arena. El short se le escurría por las delgadas nalgas con ínfulas cantinflescas. De cuando en cuando rompía una ola más grande y el agua se arrastraba hasta sus pies y le refrescaba los sabañones. El día estaba cálido aunque no demasiado soleado. Después de un rato se acercó a una palmera, sacudió el suelo y se sentó, pero una vez recostado del tronco notó una irregularidad entre la arena; la pequeña protuberancia sobresalía un poco más allá del alcance de su brazo, así que tuvo que estirarse para alcanzar lo que en su mano comprobó como un chicharrón (o sea, un tuquito de marihuana). Buscó en su bolsillo pero el mar había humedecido los pocos fósforos que campaneaban en la caja. De todas formas, se llevó la chicharra a su boca para sentir la melcocha transmitirle ese beso olvidado que un día había recibido y que ahora rescataba de su abandono. En medio de su ensimismamiento se sobresaltó al observar que del extremo contrario a su boca comenzaba a salir un humo espeso que iba adquiriendo una figura humanizada. La figura con una voz profunda y atronadora le dijo:
- Soy el Genio del Porro, pídeme un deseo y te lo concederé.
- ¿Cómo? ¿No que esas vainas de los genios son de a tres?
- Sí, pero es que ya se fumaron los otros dos.
- Coño, qué mala leche...
- Entonces, ¿qué vas a pedir?
- Bueno, si la cosa es así de violenta, entonces... mmmm... no es nada fácil... esteeeee... ya sé, mi pana, deseo un cacho que no se me acabe nunca.
- Si va...

abril 09, 2008

Cronopiograma de un día típico


Ella escuchó los gallos a todo gañote pero el sol aún no se filtraba a través de la ventana y remoloneó perezosa cinco milenios más. Él roncaba a baba suelta y no despertaría hasta que el astro rey le impetara el paso de la ilusión. Varias especies se extinguieron mientras tanto.
Ella jugó con los colores, colocando rojos aquí, negros allá, verdes y azules acullá, reservando los blancos para más tarde, pero hoy no estaba pintando, sólo clasificando la lavada. El seguía roncando a baba suelta. Varias bombas explotaron mientras tanto.
Ella saludó al colibrí, a los querrequerres, a los azulejos, los carpinteros, alimentó a los perros y los conejos, observó a los obreros marchando al jornal, escuchó el llanto de la hija del vecino, podó el cesped, sacó la basura, escuchó a su madre monologar por el teléfono, leyó un poco, contestó correos, equilibró el presupuesto, comió manzanas... no necesariamente en ese orden. Él ya no roncaba, en realidad era como un gruñido arrítmico y descompasado alternando con zumbidos abejales y gemiditos de virgen desgarrada. Mientras tanto.
Ella recibió la ponzoña malintencionada del alacrán que se escondía en el trapo de la cocina, se aplicó primeros auxilios, se frotó un diente de ajo, se encomendó a todas las cortes, lloró en silencio y sintió la lucha de sus glóbulos con el veneno. El despertó súbitamente. Tanto
Ella moría en silencio, mientras.

abril 04, 2008

Bussines man


Manuel logró apagar la alarma del reloj al cuarto intento; sintió un ardor en el estómago y un sabor amargo en la garganta. Cuando leyó el horóscopo del periódico el día anterior no podía concebir lo que encerraba el presagio “cuidado con mujer Escorpio”. Un giro inesperado del destino lo alcanzaba en uno de tantos viajes de negocios y lo traía a la famosa ciudad de Las Vegas, con sus luces y extravagantes hoteles casino, como el que servía de motivo a su visita: la inauguración del Troya, inspirado en el célebre caballo y con unas habitaciones como las soñadas para la casa de tu vida; pero él no venía a disfrutar, venía a cumplir el rol de Gran Hermano orwelliano, supervisar el sistema de vigilancia Euro 2004 y comprobar la seguridad, motor necesario para el engranaje de un negocio de tales proporciones. Ella hojeaba las páginas amarillas en una cabina y le pidió una moneda de 50 Cent para llamar, cuando se la dio sintió una oleada de calor. Inmediatamente corrieron a emborracharse hasta perder el último pudor y atreverse a entrar en un sórdido hotel de las afueras. La recepción era amenizada por música Jazz que salía de un anticuado radio AM, el empleado tenía rasgos árabes, sobre su uniforme podía leerse en letras bordadas el nombre “Kazaa”, para no dejar lugar a dudas sobre su ascendencia. Al amanecer ella ya se había marchado. Había sido honrada, todo estaba en orden en su billetera, sus dólares, euros y yenes permanecían intactos, sus tarjetas completas y la habitación más limpia de lo que cabía esperar para tanto desenfreno. Su cuerpo le cobraba los tragos de la noche anterior, pero no podía quejarse, esa joven fue sin lugar a dudas el mejor sexo de su vida. A su edad acostarse con una mujercita voluptuosa como esa, contoneándose para él como Britney Spears, sin tener que sacar la tarjeta de crédito al final de la jornada era más que un lujo. Si bien es cierto que se conservaba bastante bien tampoco era lo que se dice un Brad Pitt.

Él nunca sospechó que ella tomó lo que necesitaba sin necesidad de llevarse nada. Dos meses después la compañía de Seguridad fue a la quiebra cuando la seguridad de su cliente estrella fue burlada por una acróbata de circo, de quien se desconoce el paradero.

marzo 28, 2008

Los Higos



La pequeña tropa improvisada llega con atardecer al granero abandonado. Hacen un recuento: Treinta y seis hombres, cinco heridos graves, diez heridos leves, suficientes armas y municiones. –Pero no queda comida compañeros, se eleva la voz grave. –Ni agua. Reúnen cinco voluntarios, los más decididos, para una vuelta de reconocimiento.

La gente en los pueblos los aclamó al pasar, los ayudaron, escondieron, guiaron. Pero Los Pirineos son terrenos salvajes. Casi una semana andando, sin acampar ni una vez, sin detenerse más de lo necesario para reponer fuerzas, para descansar los pies callosos y ampollados. Los cinco elegidos siguen el sendero cubierto de maleza. El frío se cuela a través de los guantes y entumece las manos agrietadas. A lo lejos ven un pequeño caserío y campesinos.

Se acercan cautelosos. Todavía les revuelve el estómago el recuerdo del cruce del Ebro. El territorio sigue dominado, nunca se sabe cuál será el mal paso. La esperanza de una victoria está perdida, ahora la lucha es por la vida, por la supervivencia.

-¡Joder! No os expongáis así, zopenco, cúbrete tras los pinos hasta asegurarnos...
-Hombre, si no es para tanto, conozco la zona, ésos –señalando el poblado- solían apacentar en la ribera septentrional, ¡a por ellos, van a ayudarnos! Tengo un buen presentimiento.
-Mmmm, no me convences, pueden ser locales e igual andarse con el otro bando...
-Que te digo que confíes, majo, ¿creéis en Dios?
-Mira, ´joputa, no me ando como para jilipolleces religiosas, si estás con la República no puedes estar ahumándote de inciensos, eso lo sabe cualquiera.
-Tranquilo Blas, intervino el Gitano. –No perdáis tiempo en discusiones, continuó. –Necesitamos guardar a los compañeros de este invierno de mierda. Los franceses ya retiraron y en el sur las cosas están mal. Vamos al poblado, si nos toman, bueno, nos toman, pero no podemos dejar mal a los que confían en nosotros, porque la palabra es el mayor...
-Oiga, Gitano, dijo Blas interrumpiendo, con tono jocoso –que mandas a no perder el tiempo y te pones a dar discursos...

Los hombres rieron, quizás más de lo que el comentario ameritaba, pero en sus rostros cuarteados esta risa, demasiado similar a un lamento, resonó fresca, aflojando un poco el nudo del estómago.

Prosiguieron, abatidos, hacia lo que sería la salvación o la ruina.

Blas se adelantó, ¿para que arriesgarse todos?. Sus ojos brillaban como eco de ese cielo azul infinito, límpido, y en el fondo, ese abismo de dolor mudo, la insatisfacción de una vida que aspira a un destino más alto, que apuesta su realización al mañana, a un perfecto futuro donde la desazón desaparece y se puede sólo ser feliz, simplemente feliz, hasta desintegrarse del mundo y volar... Recordó su cámara, sintió el peso en la mochila, pero no podía, debía tener sentido común, prudencia, tanta gente dependiendo de este momento, esta luz malvácea desvaneciéndose entre los pinos, los piñones caídos, el musgo, esas nubes dejando derramar una cascada de luz sobre los techos de madera de las casas, esas ovejas en la línea del horizonte, ese pozo de piedra junto al sendero principal...

Sí, este hubiera sido sin duda un momento digno de retratar, pero no, debía llegar, conseguir agua, el pozo, el sol refractado en las cumbres nevadas del norte y más allá, el mundo, la libertad, la promesa del hogar que espera en alguna parte. ¿Dónde será eso a donde tengo que llegar? ¡Cómo reconoceré el camino? ¿Sabré cuándo detenerme, cuándo seguir?

Saludó desde lejos. Fue bien recibido; Uriarte, después de todo, había tenido razón. Simpatizaron como sólo los provincianos saben hacer, hermanándose sinceramente al reconocer el fuego escondido en los ojos del viajero, fuego de los hijos de otro mundo, “hechizado de los duendes” los llamaban en otro tiempo, más modernamente “soñadores” y acaso contemporáneamente, “idiotas”.

Los pueblerinos agasajaron a los cinco emisarios, pues Blas dio señal de paz a los demás, y luego de compartir un rato se marcharon apertrechados de hortalizas, nueces, leche, agua y mantos, amén de bacalaos, truchas, jamones, tocinos, salchichas y otras carnes secas.

Tomaron la vía de la carretera para volver. Podían estar tranquilos durante el camino, ocupándose sólo del peso que cargaban y la noche que iba cayendo hace tiempo ya.

Una canción revolotea sin cesar en mi cabeza.
¡El ruiseñor de Francia! ¿Cómo podía llegar a saber que mi pequeño ruiseñor de un día, la herida que arde en las noches con tu recuerdo, ruiseñor, pobrecita madre desolada bajo la lluvia y yo abrazándote, ruiseñor... perdiste tu criatura y tropezaste conmigo en medio de tu desesperación y yo te abracé, porque eras (¿eres?, ¿serás?) hermosa y estabas triste, perdida, mojada... y esos ojos tuyos tan grandes fijos en mí, ruiseñor ¿Cómo saber entonces, o ahora, que mi ruiseñor de Francia volaría tan alto... mi pequeño ruiseñor. ¿Cómo evitar besarte cuando clavaste tus ojos en los míos con esa luz que irradiabas desde el fondo de las lágrimas? Pobre marinero del Sena, extranjero, aventurero, si hubiera sabido lo que tardaré en encontrar unos ojos así, las tierras que atravesaré, las traiciones, todo eso que debo recorrer para llegar a mi otro ruiseñor, de tierras cálidas, de sabor criollo... no te hubiera dejado ir esa noche ruiseñor, cuando cantaste para mí, cuando te consolé, cuando te amé...

Blas ha quedado rezagado, perdido en sus propias ideas mientras el resto del grupo llega al viejo granero, para satisfacción de los ayuntados. Nadie se preocupa por él; es un líder natural, creen que se dilata a propósito. En el hogar encendido, con las dádivas de los naturales, van montando un guiso, con representantes de todas las comunidades dándole su toque, ¡mi madre! Que este guiso va quedando muy bien, qué aroma tiene... Hostias, no le agreguéis más nada, no vaya a pasar de sal, saca la mano de allí, gilipollas, que vais a echar todo a perder, madre santa... No, si no es para tanto, tío, que una hierba no daña el gusto, por el contrario –Saca la mano, Gitano, no le busquéis más rollo al abuelo... (Risas generales).

Y de pronto, zuas, da de trompas al piso, menos mal que los reflejos... ¿Una piedra? No, pero...¿con qué tropecé? Se da vuelta y entre la maleza descubre la causa de su accidente: Un cajón de madera, astillado, alimento, sin duda. Blas revisa su mochila y consigue un tubo que hace buena palanca, descubrir ante todo, los alimentos nunca sobran en estas circunstancias, pero comprobar el estado, eso sí, porque cargar ese peso innecesariamente... qué es... mete la mano entre los envoltorios de papel, textura suave, arrugada, fruta, sí, lo prueba con aprensión, pero entonces no lo puede creer, ese sabor, esa dulzura que se derrama, toda su boca hecha agua, los recuerdos, el patio de la abuela y ella con su delantal, todavía resuena en su cabeza “... anda, hijito, tráeme unos bien maduritos del patio del fondo, pero no vayáis a quedaros por ahí alela’o, haciendo esperar a esta pobre viejita” y después preparaba tarros y tarros de su mermelada de higo-nuez y ponía a secar otros tantos para dárselos en la merienda y así “no anda comiendo porquerías modernas por ahí” y “que no abuela, si no como nada”... mentira, ya comía chicle, como todos los muchachos y caramelos importados y también el tabaco de mascar, pero cuidado, que el jugo marea, las primeras veces se lo había tragado y todos los demás se habían dado cuenta y rieron. Se rieron de él... y tú mi ruiseñor, también reíste de mí, amor, de mi amor, porque, dijiste, los ruiseñores no saben amar, sólo volar, volar, volar, hasta caer heridos en alguna parte, en algunos brazos de marineros extranjeros y perdidos en los puentes de país, desde abajo todo se ve diferente, pero, ¿cómo no amarte, ruiseñor, con esos ojos grandes como los de mi abuela y el resto de ti, sólo ojos, tan pequeña?, amé tus ojos de muerte, tus ojos de dolor, y ahora el dolor y la muerte que me han rodeado (¿qué me rodearán?) son ecos de tus ojos, espejos quebrados que repiten tus ojos por millares, convulsivos, compulsivos, tus ojos que encontraré tantos años después en un mercado municipal, acalorados, asediados por sus pequeños hijos... tus ojos, ruiseñor, pero sin dolor, sin pérdida, porque en esas tierras todo retoña, ruiseñor, no como aquí o allá, esa noche, no, sus ojos estarán llenos de bochorno y risas... ¡Risas! Nadie ha reído con la aparatosa caída. Deberían haberlo hecho, pero todos están demasiado adelante como para darse cuenta.

Sólo ahora Blas se percata de su ausencia; se sacude la nieve y las hierbas y carga con la caja hallada; seguramente cayó de un camión de transporte, piensa mientras apura el paso.

febrero 24, 2008

Accidente


Ella debió tener más cuidado.
Al Principio yo no tenía nada, era sólo una entre muchas esperando el gran momento, luego Ella me pidió y el Señor me tomó, me introdujo en el umbral de la vida y sobre mí empezaron a aparecer signos. Cuando estuve lista me colocaron en sus manos, fue el momento más feliz de mi vida.
Pero ella debió tener más cuidado. Poco a poco mi tersa faz se fue llenando de marcas, Ella era tan descuidada; las manchas de su maltrato pronto se instalaron definitivamente sin que yo pudiera hacer algo por defenderme. También un día me dejó olvidada en una mesa… Ella debió tener más cuidado.
Antes era diferente, cuando me vio por primera vez no podía apartar sus ojos de mí, me mostraba a sus amigos, me hizo un lugar al lado de su cama… pero ahora, ya ves, la delicadeza se apartó de su trato, ya no más el lugar privilegiado de su cuarto, ya no miradas atentas ni orgullosas exhibiciones, y así, de pronto, como si fuera poco, me deja caer, aquí, entre los rieles, a pocos minutos del paso del tren.
Ella debió tener más cuidado, se acerca mi fin, la contemplo por última vez, pronto los vagones destruirán mi cuerpo, ella debió tener más cuidado; regresaré a la nada, se agota mi tiempo, suplicante, fijo en Ella la mirada, debió tener más cuidado, ya lo he dicho, pero es demasiado tarde.
En la espera de mi agonía inevitable, resignada a mi desintegración, veo que Ella toma del brazo a su amiga y le dice con angustia: “Marica, se me cayó la fotocopia de la clase”.

febrero 22, 2008

El Ángel Cronopio

Y sucedió que un día, el hada despertó inspirada y se propuso plasmar en un lienzo la suma de todas las virtudes de los cronopios en una figura sobrenatural y divina que los dignificara, un ángel, así consumió varios tubos de pintura al óleo, trementina, ghesso, acrílicos y todas esas lavativas que se usan para la plástica.
Durante horas el hada extasiada recorría el lienzo como si lo acariciara con el pincel, dando forma, luz, sombra, color. Le colocó cuatro alas al ángel cómo había escuchado que tenían los "Tronos", alta jerarquía celestial. Pintó sus pupilas de dorado como símbolo de la sabiduría. Finalmente lo llamó "El Guardián Verde".
Orgullosa de su creación el hada llamó al cronopio que vivía en su casa para mostrársela, pero sorpresivamente el cronopio no se sintió transportado a las alturas, ni sublimado de belleza, ni siquiera levemente admirado, mucho menos adulado o reivindicado. El cronopio estaba furioso. El ángel del retrato lo humillaba con mirada burlona, lo menospreciaba desde su aureola santurrona, se sintió altamente traicionado pero sobre todo, herido en su insignificancia y raquitez.
- Ése angel tiene tetas. Fueron las únicas palabras que sus labios cronopianos alcanzaron a pronunciar antes de meterse en el baño durante una hora completa a evacuar su frustración.

Las Moscas


Hace veinticinco días que llegaron, sólo trajeron dinero, comida y ropa suficientes para la primera semana; todo se fue acabando, destiñendo, desfigurando, descomponiendo, todo se fue volviendo básico, simple, claro; pero no importa, vale la pena estar aquí, tienen sus cuerpos para exponer al sol y ¡más nada!, con eso basta, aunque cada vez estén más enjutas y oscuras. Nada les gusta más que el calor del sol, el aire salitroso, el agua del río y el humo de la marihuana. Cada día se repite con variantes de mínima consideración. Se despiertan cuando el calor las hace sudar, se fachan una antes de ir al río, otra al llegar, sentadas sobre una gran roca plana, en el margen del río echan una cagadita antes de bañarse, luego se sumergen rápido en la cascada, al sacar la cabeza de la corriente fría se siente despertar al mundo de un bostezo suspendido en el polvo del camino. Cuando el estómago empieza a secretar sus jugos de reclamo se ponen en marcha. Después regresan caminando sin prisas a la playa, más bien volando, ¡tan ligeras se sienten!, ahí se quedan hasta que se hace de noche y se acuestan a dormir, hasta el día siguiente y el día siguiente y el siguiente, el día, siguiente, día, río, facha, moscas, noche, camino, dormir, playa, moscas, hormigas, perros, comida, volando, siguiente, día, cagadita, moscas, comida, facha, cagadita, moscas, río, día, siguiente, el día, el siguiente, el siguiente día y hasta el siguiente día, a dormir se acuestan, hasta que de noche se hace se quedan ahí, ¡se sienten tan ligeras!, volando más bien y a la playa sin prisas caminando regresan despuéS.

Tratamos de advertírselo, si no se iban terminarían convirtiéndose en moscas, como todos nosotros. Cada vez hay más moscas en la playa, se nota sobre todo los lunes.

febrero 21, 2008

Mujica o el Caso de los Viejecitos Verdes


a Jorge Carrerá


Andan por todos lados, caminando en las calles, parados en las esquinas, comprando en las bodegas o en las farmacias, sentados en cualquier banqueta de cualquier plaza o de cualquier parque, olvidados en los asilos y en los rincones, testimonios andantes, consejos, amenazas, advertencias, con o sin bastones, con o sin calva, con o sin canas, viajan en los transportes públicos, hacen colas kilométricas para recoger las migajas con que el sistema les paga haber consumido su vigor y su sangre; parecen unos abuelitos respetables, bienintencionados, algunos hasta tiernos, pero cuando se acercan a una muchacha joven, de esas que tienen las carnes firmes y se bambolean al caminar, mascan las más atroces vulgaridades, con sus dientes postizos a punto de escapárseles entre la baba viscosa que los mantiene adheridos a las encías.
Al ver a la mujer joven acercarse sus cerebros rápidamente recuerdan lo que quisieran hacer y tal vez nunca pudieron o hace mucho tiempo no pueden; sus cuerpos flácidos, sin fuerza, aún piden caricias y arrumacos, que seguramente ya no hay quien se los dé y el cansancio de la vida tampoco deje disfrutarlos; pero por unos breves segundos, en su mente, esa chica ahora desnuda se contorsiona descontrolada al ritmo de sus caricias expertas y de alguna manera ese placer llega a un momento sublime cuando el abuelito dice algo, murmullos extraídos desde las profundidades cavernarias de su alma al oído de ella, aunque claro que ella escucha sólo una sarta de atroces vulgaridades salpicadas de escupitajos, pero realmente son los gritos de un pasado que no volverá...
Que quedó lejos, tan lejos, lejísimos, empolvado, apolillado como su saco, como su pantalón café, como su camisa mal planchada. Quizás, después de todo, los ancianitos verdes sí tengan buenas intenciones, porque ellos invitan a almorzar y prometen regalos, pero sus ofertas rebotan en un muro de indolencia, sus anhelos están fuera de contexto, fuera de los sueños de la muchacha linda que se asquea de su fealdad, de sus verrugas, de sus carnes colgantes, de su silbido serpentino, de sus siseos ininteligibles, de su saliva elástica y su mirada, suspicaz y suplicante.
Hoy como todas las mañanas desde que Gertrudis murió, me desperté antes del amanecer, me levanté de la cama lentamente, dándome cuenta de su ausencia, extrañándola. Caminé hasta el baño, me lavé la cara, me mojé un poco el pelo, para que parezca que me bañé completo… después me visto con el pantalón que tengo sobre la silla, la camisa, un suéter que no está tan sucio y mi gorra. Preparo un guayoyo, remojo en leche un poco de casabe y me lo como con el café, para aguantar el trajín de la calle, porque en estos días casi todo el mundo tiene pautas y prisas, pero risas y pausas casi nadie.

Tengo que cambiar el cheque del seguro social y hacer las compras de la panadería. Mejor reviso lo que falta y hago una lista, después se me olvida todo y tengo que hacer dos viajes. Ya está: Huevos, leche, aceite y mantequilla. Guardo la lista en el bolsillo de la camisa, junto al bolígrafo. Antes de salir reviso bien los grifos y la manija del gas, no vaya a ser cosa que cuando me vaya… apago todos los bombillos y me voy. En el ascensor palpo mis bolsillos para asegurarme de que tengo las llaves, sí, aquí está todo.

Camino por la calle con el ceño fruncido por aquello de la inseguridad y pensando que en la tarde quizás venga a visitarme mi hija Martha, ojalá, con suerte y traiga a los nietos, no los he visto desde navidad, esos morochos son una vaina seria, tremendos, se parecerán al papá, pero por dentro salieron a mí, caracha, esos carricitos son eneas...

Una sonrisita se va abriendo paso entre la cara amarrada y el viejecito sin saberlo ostenta una mueca que llama la atención a todos los transeúntes.

A lo lejos percibo una energía perturbadora, las chicharras aumentan su chirrido, el aire se vuelve espeso y el sol enorme de las 12 lo enrojece todo, por dentro y por fuera. Veo venir a una mujer con una forma de caminar que me trae recuerdos que no he podido arrancar de mi mente, de mi cuerpo, cicatrices del alma me escuecen como latigazos de la memoria. Se abre una enorme boca que me engulle y a medida que soy tragado el tiempo retrocede, las mismas calles, las mismas casas se levantan y tumban hasta depositarme frente a ella…

- Se llamaba..., ella se llamaba..., bueno, ¿qué importa a estas alturas cómo se llamaba? Hace tanto ya, fue por el año 1.9..., el año..., por los años... ¿50? ¿60? Cómo es posible...

No lo recuerda.

- ¡Qué cagada ‘e país!, ¡qué ironía!... poder ver aún ese vestido ceñido, con esas flores tan estrambóticas, tan chillonas, tan bellas, flores de tela meneándose pa’ca y pa’llá, Dios mío, creo me va a dar algo, mira cómo carga ese montón de bolsas, toda sudadita, flor de canela, tensa, brillante, zángana, mira cómo se me queda viendo mientras pasa frente a mí... ¡descarada!, ¡sinvergüenza!, ¡deliciosa! (mierda, creo que lo dije en voz alta, ojalá no me haya escuchado).
¡¡¡Zuas!!!
Pero claro que me escuchó, si se lo dije en la oreja... (¡Deliciosa!, sí señor, su mano me arde en la cara, su mirada me arde en todo el cuerpo).
-¡Mujica!, te voy a reportar con tu superior.
¿Qué? ¿Cómo supo mi nombre? Flor, bruja, divina... El sol brilla y un reflejo le entorpece la visión... ¡La placa!, claro, eso era, la muy viva la leyó... sólo me tomó 48 años darme cuenta, coño, se las sabe todas.

- Sí, esa mujer se las sabía todas...

Dos Famas

Mientras toman té sin meñique estirado, una señora Fama le dice a la otra:

Fama1: -Te lo juro que si no fuera porque no logro extraer de ello el nivel adecuado de satisfacción me convertiría en una completa ama de casa como cualquier hija de cronopio...
Fama2: (Sorprendida) -Ah sí, y eso... ¿cómo con cuál fin?
Fama1: -Pues bueno, se trata justamente de eso, sin fines de ningún tipo...
Fama 2: - Ay querida, y cómo se supone que justificarás tus medios de esa manera?
Fama 1: - Claro, my dear, thats the cuestion, sin sacrificios no habría dilemas, el peso siempre está en lo que debemos perder para poder ganar, sino el juego resultaría demasiado sencillo...
Fama 2: - Sí, todo es un juego, pero mejor dejémonos de simplezas y dediquémonos a una actividad más profunda y emotiva, tengo como un vacío en el espíritu...
Coro de Famas: ¡VAMOS DE SHOPPING!


febrero 09, 2008

Aritmética Deductiva


¿Si dividimos 30 Kg de Alimento entre 5 Perros durante 7 días el resultado será?


piensa


calcula


suma


divide


multiplica


resta


calcula


piensa




Adivinar? veamos... la velocidad de masticación entre la raíz cuadrada de la digestión, menos x de inercia, elevado a la potencia del ladrido...




Total: 10 Kg de excremento a la semana.




Gracias...

enero 01, 2008

Caja de Arena


Abrí la bandeja de entrada, el mensaje de Sam decía "un regalito para tu sandbox"... ¿sandbox? sand-box, "caja de arena"; la neurona tercermundista no pudo dejar de hacer la traducción mientras rápidamente hacía click sobre la aplicación para entender de qué se trataba... encontré un cuadrito con muchos dibujitos divertidos, no supe para qué pero podía recolectar los que más me gustaran. No pude evitar sentirme como una enorme gata virtual jugando con excrementos coloridos en forma de unicornio. Quizás sean mis vestigios cavernícolermitañoides o simplemente los programadores se deberían pensar mejor los nombres que les ponen a las cosas.
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