octubre 09, 2010

La cazadora de coincidencias o El diablo está en los detalles

"El Vuelo del Deseo" (Acuarela y Tinta, 2005)

Va a llegar tarde, como siempre, pero más. ¿A quién culpar? A nadie. Es la única responsable. A la mente que se dispersa. A los objetos que cambian solos de lugar. A los relojes que se atrasan o adelantan o detienen cuando la compañía eléctrica raciona la energía y la Tierra altera la inclinación de su eje de rotación. No hay excusas válidas. La locura. Puede ser la locura. Esas ganas de romper con todo, pero no suficientes, no todavía. Escapar. No. Porque a donde quiera que se vaya se llevan los problemas. Sólo queda afrontar. Y entonces este cansancio, este hastío. La esperanza. Fe y esperanza. Aferrarse a la luz, creer, luchar por creer, por mantener la conexión.

        Iniciando aceleración... nivel 1... nivel 2... ¿Nivel 3?... No, hoy no...

El pecho trancado, la disnea. Volverá a llegar tarde, como siempre, pero más. Tentar la suerte. Balancear el móvil para probar la resistencia de ese hilo que parece tan frágil, tan endeble... pero que no se rompe, no todavía. Continuar, pero ¿hasta dónde?... Hasta encontrar el sendero buscado.

        ¿Y si estuviera buscando en la dirección equivocada? Todo se derrumbaría.

        Permanece atenta, no sabe dónde se esconde la clave. Debe reconocer el momento, la pista; DEBE saber hacerlo. Todo depende de eso, sí señor.

        ¿Será antes o después del salto? ¿Durante? ¿Cómo saber?

Camina con prisa, deslizándose entre las formas. Las personas sólo sienten una ráfaga de viento que les pasa por un lado.


        Hoy lo vi otra vez, me saludó de lejos. ¿Idealizado? Sí, claro, como todo lo inaccesible, pero, ¿a quién le importa? Es mi problema. ¿Tratar de explicarlo? En realidad no sé si pueda, porque… ¿qué podría decir que justifique las taquicardias, las esperas eternas, los desplantes, los vapores que suben y bajan, el perdón gratuito, la gotita de hiel destilada suavemente y en silencio cuando las otras víboras se le enredan? Ah… Sí claro, puedo hablar de su sonrisa y sus ojitos infantiles, ¡tan dulces!, o de su carácter jovial… también está su cuerpo magnífico, porque la carne es débil y todo aquello, más si le sumamos su destreza complaciente… Ay, es muy difícil decirlo, porque así, desglosado, no me parece la gran cosa y si lo pienso bien, es la imagen patética del despropósito, algo que particularmente he evitado a toda costa, pero entonces por qué… se me ocurre que quizás es sólo la camaradería, ese reconocernos iguales que no nos permite permanecer en nada, en nadie…

Ojalá se me quite esta pendejada...

Pero en el fondo sabe que no puede ser. Esa mirada que la desnuda, que la intimida, que le sube el rubor al rostro porque siente el fluido deslizarse con suavidad de seda entre las paredes de su sexo, mientras esquiva el encuentro frontal con esos ojos, mientras hunde la vista en las letras sin sentido del libro abierto sobre las piernas.

        Y él tan sereno, tan circunspecto... de repente despliega su sonrisa y desaparece. ¿Será real? Quizás más nadie pueda verlo… o quizás más nadie pueda verme a mí…

De todos los pasillos posibles del laberinto, se escoge sólo uno a la vez, descartando las otras posibilidades, los otros caminos, puertas que se convierten en ventanas por donde nos asomamos a medida que se avanza, preguntándonos cómo hubiera sido... rostros que se deslizan de la mente una vez evocados, paisajes que se olvidan por ser visiones lejanas, difusas; cada elección nos circunscribe a un sector específico del Gran Plan. ¿Quién podría desentrañar la red inexpugnable de concatenaciones que lo ha traído a este momento de su vida?

        No yo, por lo menos. Trato de descifrar el peso de cada decisión. Es imposible. Inexplicable, pero me gusta referirme a ello como la “organicidad del caos”; no sé cómo llegué a ese concepto, o si me lo fusilé de alguna lectura furtiva, pero acaso sea la única manera de dar forma a lo inasible... ¿En qué estaba?

Laguna Mental.

El tiempo que toma detenerse a recoger una flor o a treparse en un árbol puede marcar la diferencia cuántica entre la vida plena y el instante letal. Cada paso es una encrucijada. En algún lugar leí que el Diablo está en los detalles. Creo que Dios También.

        Me gusta caminar sin rumbo por la ciudad, redescubrir las plazas y jardines de la infancia, encontrar ganguitas en las callejuelas del centro, abarrotadas de buhoneros, conversar con la gente en los mercados de vistoso colores y frutas perfumadas, entrar al cine sola y llorar. Es la tragedia del solitario, llenar el día antes de volver a casa con el peso del mundo sobre los hombros. Lo veo desde lejos, como una respuesta, y quiero llamarlo pero la voz se ahoga en mi garganta seca. Apuro el paso y alcanzo a tocar su espalda suavemente, sobresaltada, balbuceo unas palabras. Los pensamientos bullen en mi cabeza a la misma velocidad que los latidos de mi corazón, las piernas me tiemblan. ¿Qué será de mi vida? ¿Cuál dirección debo seguir? Voltea y me sonríe como siempre. Yo me tambaleo, ¿Cuántas probabilidades existen de que este encuentro se produzca? 100 %, o no estaríamos aquí, sin duda, sólo atino a decir, con voz fingida, aunque nadie lo note además de mí: “qué casualidad…”, pero empieza a llover y el agua me salva del bochorno, corremos divertidos entre la gente, todos tratan de salvarse, pobres, quizás sus máscaras se derriten al mojarse, pero nosotros corremos, porque somos vitales ¿o vitrales? sí, pienso que somos cristales multicolores que filtran y transforman la luz en pequeños rayos irisados…

Azar imposible. Detrás de todo trasluce una voluntad desconocida que domina mis actos. El libre albedrío consiste en sincronizar con esa voluntad. El verdadero libre albedrío es ir al encuentro del destino.

 Las señales son claras, obvias incluso, pero me cuesta aceptarlas, me niego, porque me sobrepasan, porque me abruman, porque quisiera una clave para descifrarlas, para encontrar su posición en el rompecabezas... Poder ir más allá de los paralelismos, encontrar las coordenadas para sintonizar sin distorsión...

¿Cuántas manifestaciones serán necesarias para llegar a comprender que el destino se dibuja en las coincidencias?

Sus ojos son espejos, pero pueden mirarse más adentro, se reconocen, se intuyen, mientras el Genio de Vriak recorre el espacio buscando secretos para susurrarlos al oído de la Pitonisa, que los contempla sonreída al voltear la baraja, sabiduría corroborada por la magia del Gran Thau.

        En la capilla me arrodillo. Me humillo ante ti, Señor, Altísimo, porque soy soberbia, mal instrumento de tu servicio, vana, frívola y débil; oriéntame, Señor, Creador, sostenme en la fe. Los fenómenos son para atraer estudiantes al sendero, me dijiste, los iniciados deben aprender a reconocer las manifestaciones del poder. ¿Y eso en qué me convierte?

Siente vergüenza. Sus ojos se llenan de lágrimas y baja la cabeza.

        ¿Cómo puedo pretender demostraciones?, ¿más?, ¿acaso no son suficientes? Es verdad. Pero tú no me juzgas, Amado Señor, en cambio, me consientes, me inflamas de tu pasión, me fortaleces, me llenas... y ya después todo pierde importancia, porque estás conmigo, en mí, y es también entonces cuando mis deseos se cumplen, con tu bendición y el universo se organiza ante mis ojos en su estremecedora danza, me conduce al ritmo de las esferas hacia los compañeros, los seres mágicos.

Y si permites la entrada, descubres facetas insospechadas en los rincones harto familiares, matices, y hasta las personas desprenden chispas que antes no podías ver, chispas que las iluminan y embellecen, coincidencias, sí, detalles, sí, instantes, sí, magia, sí, entrega, sí.

O quizás sólo era un día de amor en el aire… 
(2001)
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...