abril 17, 2008

El Genio del Porro




El flaco barbudo y desarreglado caminaba por la orilla de la playa pateando la arena. El short se le escurría por las delgadas nalgas con ínfulas cantinflescas. De cuando en cuando rompía una ola más grande y el agua se arrastraba hasta sus pies y le refrescaba los sabañones. El día estaba cálido aunque no demasiado soleado. Después de un rato se acercó a una palmera, sacudió el suelo y se sentó, pero una vez recostado del tronco notó una irregularidad entre la arena; la pequeña protuberancia sobresalía un poco más allá del alcance de su brazo, así que tuvo que estirarse para alcanzar lo que en su mano comprobó como un chicharrón (o sea, un tuquito de marihuana). Buscó en su bolsillo pero el mar había humedecido los pocos fósforos que campaneaban en la caja. De todas formas, se llevó la chicharra a su boca para sentir la melcocha transmitirle ese beso olvidado que un día había recibido y que ahora rescataba de su abandono. En medio de su ensimismamiento se sobresaltó al observar que del extremo contrario a su boca comenzaba a salir un humo espeso que iba adquiriendo una figura humanizada. La figura con una voz profunda y atronadora le dijo:
- Soy el Genio del Porro, pídeme un deseo y te lo concederé.
- ¿Cómo? ¿No que esas vainas de los genios son de a tres?
- Sí, pero es que ya se fumaron los otros dos.
- Coño, qué mala leche...
- Entonces, ¿qué vas a pedir?
- Bueno, si la cosa es así de violenta, entonces... mmmm... no es nada fácil... esteeeee... ya sé, mi pana, deseo un cacho que no se me acabe nunca.
- Si va...

abril 09, 2008

Cronopiograma de un día típico


Ella escuchó los gallos a todo gañote pero el sol aún no se filtraba a través de la ventana y remoloneó perezosa cinco milenios más. Él roncaba a baba suelta y no despertaría hasta que el astro rey le impetara el paso de la ilusión. Varias especies se extinguieron mientras tanto.
Ella jugó con los colores, colocando rojos aquí, negros allá, verdes y azules acullá, reservando los blancos para más tarde, pero hoy no estaba pintando, sólo clasificando la lavada. El seguía roncando a baba suelta. Varias bombas explotaron mientras tanto.
Ella saludó al colibrí, a los querrequerres, a los azulejos, los carpinteros, alimentó a los perros y los conejos, observó a los obreros marchando al jornal, escuchó el llanto de la hija del vecino, podó el cesped, sacó la basura, escuchó a su madre monologar por el teléfono, leyó un poco, contestó correos, equilibró el presupuesto, comió manzanas... no necesariamente en ese orden. Él ya no roncaba, en realidad era como un gruñido arrítmico y descompasado alternando con zumbidos abejales y gemiditos de virgen desgarrada. Mientras tanto.
Ella recibió la ponzoña malintencionada del alacrán que se escondía en el trapo de la cocina, se aplicó primeros auxilios, se frotó un diente de ajo, se encomendó a todas las cortes, lloró en silencio y sintió la lucha de sus glóbulos con el veneno. El despertó súbitamente. Tanto
Ella moría en silencio, mientras.

abril 04, 2008

Bussines man


Manuel logró apagar la alarma del reloj al cuarto intento; sintió un ardor en el estómago y un sabor amargo en la garganta. Cuando leyó el horóscopo del periódico el día anterior no podía concebir lo que encerraba el presagio “cuidado con mujer Escorpio”. Un giro inesperado del destino lo alcanzaba en uno de tantos viajes de negocios y lo traía a la famosa ciudad de Las Vegas, con sus luces y extravagantes hoteles casino, como el que servía de motivo a su visita: la inauguración del Troya, inspirado en el célebre caballo y con unas habitaciones como las soñadas para la casa de tu vida; pero él no venía a disfrutar, venía a cumplir el rol de Gran Hermano orwelliano, supervisar el sistema de vigilancia Euro 2004 y comprobar la seguridad, motor necesario para el engranaje de un negocio de tales proporciones. Ella hojeaba las páginas amarillas en una cabina y le pidió una moneda de 50 Cent para llamar, cuando se la dio sintió una oleada de calor. Inmediatamente corrieron a emborracharse hasta perder el último pudor y atreverse a entrar en un sórdido hotel de las afueras. La recepción era amenizada por música Jazz que salía de un anticuado radio AM, el empleado tenía rasgos árabes, sobre su uniforme podía leerse en letras bordadas el nombre “Kazaa”, para no dejar lugar a dudas sobre su ascendencia. Al amanecer ella ya se había marchado. Había sido honrada, todo estaba en orden en su billetera, sus dólares, euros y yenes permanecían intactos, sus tarjetas completas y la habitación más limpia de lo que cabía esperar para tanto desenfreno. Su cuerpo le cobraba los tragos de la noche anterior, pero no podía quejarse, esa joven fue sin lugar a dudas el mejor sexo de su vida. A su edad acostarse con una mujercita voluptuosa como esa, contoneándose para él como Britney Spears, sin tener que sacar la tarjeta de crédito al final de la jornada era más que un lujo. Si bien es cierto que se conservaba bastante bien tampoco era lo que se dice un Brad Pitt.

Él nunca sospechó que ella tomó lo que necesitaba sin necesidad de llevarse nada. Dos meses después la compañía de Seguridad fue a la quiebra cuando la seguridad de su cliente estrella fue burlada por una acróbata de circo, de quien se desconoce el paradero.
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