Durante horas el hada extasiada recorría el lienzo como si lo acariciara con el pincel, dando forma, luz, sombra, color. Le colocó cuatro alas al ángel cómo había escuchado que tenían los "Tronos", alta jerarquía celestial. Pintó sus pupilas de dorado como símbolo de la sabiduría. Finalmente lo llamó "El Guardián Verde".
Orgullosa de su creación el hada llamó al cronopio que vivía en su casa para mostrársela, pero sorpresivamente el cronopio no se sintió transportado a las alturas, ni sublimado de belleza, ni siquiera levemente admirado, mucho menos adulado o reivindicado. El cronopio estaba furioso. El ángel del retrato lo humillaba con mirada burlona, lo menospreciaba desde su aureola santurrona, se sintió altamente traicionado pero sobre todo, herido en su insignificancia y raquitez.
- Ése angel tiene tetas. Fueron las únicas palabras que sus labios cronopianos alcanzaron a pronunciar antes de meterse en el baño durante una hora completa a evacuar su frustración.
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