abril 09, 2008

Cronopiograma de un día típico


Ella escuchó los gallos a todo gañote pero el sol aún no se filtraba a través de la ventana y remoloneó perezosa cinco milenios más. Él roncaba a baba suelta y no despertaría hasta que el astro rey le impetara el paso de la ilusión. Varias especies se extinguieron mientras tanto.
Ella jugó con los colores, colocando rojos aquí, negros allá, verdes y azules acullá, reservando los blancos para más tarde, pero hoy no estaba pintando, sólo clasificando la lavada. El seguía roncando a baba suelta. Varias bombas explotaron mientras tanto.
Ella saludó al colibrí, a los querrequerres, a los azulejos, los carpinteros, alimentó a los perros y los conejos, observó a los obreros marchando al jornal, escuchó el llanto de la hija del vecino, podó el cesped, sacó la basura, escuchó a su madre monologar por el teléfono, leyó un poco, contestó correos, equilibró el presupuesto, comió manzanas... no necesariamente en ese orden. Él ya no roncaba, en realidad era como un gruñido arrítmico y descompasado alternando con zumbidos abejales y gemiditos de virgen desgarrada. Mientras tanto.
Ella recibió la ponzoña malintencionada del alacrán que se escondía en el trapo de la cocina, se aplicó primeros auxilios, se frotó un diente de ajo, se encomendó a todas las cortes, lloró en silencio y sintió la lucha de sus glóbulos con el veneno. El despertó súbitamente. Tanto
Ella moría en silencio, mientras.

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